Las elecciones madrileñas están acuñando el efecto colateral de resucitar a un joven líder, Íñigo Errejón, que casi había pasado a mejor vida, políticamente hablando.

Más que en Tintín, con quien guarda un cierto parecido, el experimento de Más País en las últimas elecciones generales convirtió a Errejón en un profesor Tornasol al que las redomas estallaban en el laboratorio; pero, he aquí, la última le está funcionando. Quizás porque su candidata, Mónica García, es médico y, como tal, le habrá ayudado a preparar la fórmula magistral para adormecer a Pablo Iglesias con las mieles de la demagogia y para dopar a Ángel Gabilondo con los aromas del poder.

El caso es que, según coinciden en pronosticar la mayoría de las encuestas, mañana 4 de mayo este juvenil Errejón que había salido desplumado de Unidas Podemos volverá a gallear y lucir plumaje.

«Íñigo podría ser perfectamente uno de los nuestros», me decía hace poco un socialista gallo, aludiendo a la progresiva moderación del antaño niño terrible y podemita hacia una izquierda mansueta. Porque, en efecto, no son pocos quienes piensan que el nuevo lugar de Errejón al sol de la política española estará en el centro izquierda, o en el propio PSOE.

¿Se transformarán los errejonistas en socialdemócratas? A tenor de sus declaraciones y propuestas, nada tendría de extraña esta tesis. Que explicaría, además, la pupa que está haciendo Más Madrid a Edmundo Bal y a Ciudadanos, arrebatándole un espacio que parecía natural a Inés Arrimadas hasta que Errejón dejó de estudiar a Che Guevara y a Varoufakis y se puso a leer, además de a Tintín, a Popper y sus recetas.

Pase lo que pase mañana, 4 de mayo, los politólogos seguirán sin explicarnos racionalmente cómo ha sido posible que todo un vicepresidente del Gobierno central como Pablo Iglesias lo haya abandonado para presentarse a unas elecciones regionales y quedar a la cola, en cuarto o quinto lugar. Ni cómo ha sido posible que nadie en su partido, ni siquiera Pablo Echenique, estos días desaparecido en combate o ensayando nuevas fórmulas en el laboratorio-bomba de Tornasol, ha sido capaz de frenar a su líder en su voluntaria caída.

No quedándole a Pablo Iglesias, como a Íñigo Errejón, el siempre tan socorrido recurso de hacerse socialdemócrata.