Soy muy fan de Nicolas Cage, así que he disfrutado un montón leyendo el ensayo ilustrado Las 100 primeras películas de Nicolas Cage, de Paco Alcázar y Torïo García, lleno de anécdotas desternillantes sobre este actor que es un género cinematográfico en sí mismo. Repasar su increíble y peculiar filmografía, con dibujos de todos sus personajes, resulta un evocador viaje. Reparé en él en películas dirigidas por su tío, Francis Ford Coppola (La ley de la calle, Cotton Club, Peggy Sue se casó), pero me conquistó con Arizona Baby, obra maestra de los hermanos Coen y una de mis películas favoritas de todos los tiempos.

Y con la que me hice fan de por vida fue con Besos de vampiro, en la que se marca una actuación desaforada. Hay una escena en la que se come una cucaracha viva, de verdad, sin truco alguno (aunque se utilizó la primera toma el cachondo del director pidió repetir la escena y nuestro héroe, todo un profesional, se comió otra cucaracha). Con esta película ganó en el Festival de Sitges el Premio al Mejor Actor. Sin embargo, luego en los Oscars ni lo nominaron. Cuando varios años después ganó el Oscar por Leaving Las Vegas, sentí en mi fuero interno que se lo daban por el olvido que tuvieron con él en ese momento, en compensación. Años después volvería a ser nominado por Adaptation. El ladrón de orquídeas, uno de sus mejores trabajos (estaba doblemente maravilloso), pero esa vez no tuvo suerte.

Curiosamente, en las dos ocasiones que ha sido nominado al Oscar su personaje era un guionista. ¡Que le den más papeles de guionista, por favor! Mandy y Color out of space son las últimas películas suyas que he visto en cine (ahora algunas las tengo que ver en plataformas, cuando son subproductos que no llegan a los cines).

En cualquier caso, celebraremos las 100 siguientes películas de Nic que vengan...