Qué gustazo. Despertarse y ser libre. Casi como en Madrid. Ya no tengo que correr para llegar a casa a las 11 de la noche. Puedo ir a ver el mar desde cualquier playa de España. Y circular con mi coche por la comunidad que me dé la gana. Puedo quedar con mis amigos en la terraza que me pirra. Tomar cañas, gambas con gabardina, huevos rellenos, champiñones con jamón, gintonics, vino. Si tuviera hijos podría elegir el colegio que quisiera porque ya tengo libertad. Ya puede venir gente a casa, a comer, a cenar, a dormir, a ver la tele. Qué maravilla encenderla y poder disfrutar del programa que quiera. Ya no tendré que escuchar las ruedas de prensa de Fernando Simón ni aguantar las clases de moralidad de Pablo Iglesias nunca más. Ha abandonado la política. Un comunista, un amigo de terroristas, un bolivariano menos. Siento que el Gobierno de Pedro Sánchez ya no me pisa el cuello, ya no me oprime ni dirige mis destinos. Creo que ha levantado el pie porque ahora debe preocuparse de los suyos. Qué fracaso lo de la capital. Mentir tan despiadadamente a los españoles les ha pasado factura. Ya han rodado cabezas, pero no las suficientes. La izquierda está tocada, dividida. Y el centro, hecho trizas. Sumidos en otra ola de fugas. Es lo que tiene la libertad, cada uno toma las decisiones que quiere. Yo, la verdad es que me siento otra. Liberada de tantas ataduras propias y ajenas. Solo pensar que el verano está a la vuelta de la esquina… Estoy por pedir todas las vacaciones del año juntas. Me da igual lo que piensen y lo que digan mis compañeros. Soy libre y es lo que quiero ¿quién me puede coartar?

Los jueces deciden

Suena el despertador. Me tengo que levantar para ir a trabajar. La semana no pinta bien. Demasiadas cosas que hacer. Me salta un mensaje de la Agencia Tributaria que me recuerda que puedo actualizar la app para cumplir con mi obligación anual. Tengo cita para vacunarme (soy una ceniza, me equivoqué con las predicciones), recojo del buzón facturas de luz, gas, agua, teléfono; el calendario me recuerda que está al caer el seguro, creo que lo voy a renovar porque no tengo tiempo para buscar otras opciones; escucho la radio, sigo oyendo a Iglesias, siguen hablando de él, de las primarias de su partido; el Gobierno de Sánchez quiere cobrar por usar las carreteras --pero ¿no había dejado de oprimirme?-- hay nuevos confinamientos, nuevas restricciones. Han implantado un dispositivo policial extra, por tierra y por aire, para controlar las noches zaragozanas. Pero ¿no iban a dejar de dirigir mi vida Sánchez y Simón? Sí, bueno no.

Ha ganado Díaz Ayuso, la del comunismo o libertad, no hay toque de queda, ha decaído el estado de alarma, pero la pandemia no ha desaparecido. El virus sigue ahí, al acecho. Y ahora resulta que van a ser los jueces los que decidan si puedo ir a ver el mar desde la playa que me apetezca, si puedo circular con el coche por la comunidad que me dé la gana y si puedo llegar a casa pasadas las 11 de la noche.

Pero ¿no éramos libres ya desde el 4 de mayo? ¿No íbamos a ser más libres aún desde hoy? Ah no, solo en Madrid. Vaya fiasco. Qué sueño, la libertad.