La consolidación en Alemania del partido Alianza 90/Los Verdes como formación fiable no ha dejado de crecer desde que, en 1980, se estrenó como tal en la ciudad de Berlín en coalición con el Partido Socialdemócrata (SPD). En este superaño electoral, que culminará el 26 de septiembre con las legislativas federales y tres estatales en los Lander de Berlín, Mecklemburgo-Antepomerania y Turingia, todos los vaticinios le son favorables, después de los buenos resultados obtenidos en marzo en Baden-Württemberg, donde retuvo la presidencia, y Renania-Palatinado. Una perspectiva que es resultado del debilitamiento de la democracia cristiana (CDU-CSU) y del SPD, integrantes de la gran coalición que gobierna, encabezada por Angela Merkel, y sometidos a las incertidumbres de un cambio de ciclo político, después de 16 años en los que todos los encajes políticos se han concretado en torno a la figura de la cancillera.

No solo las dudas que suscitan los candidatos democristiano y socialdemócrata a la cancillería, Armin Laschet y Olaf Scholz, respectivamente, favorecen en las encuestas las aspiraciones de Annalena Baerbock, candidata verde a la cancillería, sino el enmarañado proceso de sucesión de Angela Merkel al frente de la democracia cristiana. La división entre la facción de los continuistas –Laschet, uno de ellos– y la de los derechistas, ha erosionado la confianza del electorado y la cohesión del partido, y ha llevado a los verdes a vislumbrar el sorpasso, según varios sondeos, que les otorgan a escala federal alrededor del 28% de la intención de voto, frente a alrededor del 22% para el sucesor de Merkel y no más del 15% para el SPD.

Al mismo tiempo, la inactividad económica provocada por la pandemia, con largos cierres en sectores con mayoría de empresas medianas y pequeñas, y el retraso en la administración de vacunas durante los primeros meses de este año han dañado, por igual, a los dos grandes partidos históricos de Alemania. Puede decirse que, a pesar de que la crisis social es menos aguda que en el sur de Europa, la gran coalición no ha escapado al desgaste derivado de la emergencia sanitaria, a pesar de que el manejo alemán de la pandemia ha sido presentado con frecuencia como ejemplar.

Tales contingencias han permitido a los verdes subrayar su solvencia como gestores, alejados de los planteamientos radicales de hace décadas y convertidos en una mezcla razonablemente equilibrada de liberalismo con inquietudes sociales, pacifismo y ecologismo, impulsores de un contrato social renovado para afrontar la emergencia climática. Los verdes han logrado asentar la idea de que están en condiciones de gobernar el país en colaboración con otras fuerzas desde que formaron coalición de Gobierno con el SPD en el periodo 1998-2005, con Joschka Fischer de vicecanciller y ministro de Asuntos Exteriores. Y lo ha hecho en un periodo de cambios muy profundos en la configuración del electorado, a raíz de los cuales Die Linke parecía el partido mejor situado para captar los votos de lo que se conoce como nueva izquierda. Las elecciones estatales del 6 de junio en Sajonia-Anhalt serán muy importantes para confirmar o no la tendencia de las encuestas durante el último año, tan favorables al crecimiento verde.