Cuando alguien enseña su pueblo suele sacar anécdotas de cada piedra. La pertenencia y su orgullo alarga la gustosa charrada sin tiempo.

El martes me tocó ir a Estopiñán del Castillo. Aurora me hizo un tour por sus cuesteras alrededor de un fuerte moro bien guapo al que andan mejorando el acceso. Luego tocará sanear el campanario y poner dos niveles a una placeta con aparcamiento. Porque ahora ya viene la gente y en verano dejan el coche donde quieren. Pero dan vida.

Porque en la escuela de otoño, invierno y primavera son cuatro, cinco, que acaba de llegar otra. Casi los justos para abrir y se quede Mirian a dar clase. Ahora quiere montar un huertete de flores, que a la niña nueva le gustan. Algún vecino le dejará semillas. El otro día fueron a ver la ermita con la de religión.

A Aurora se le cae el amor por Estopiñán en cada aliento, en cada vista al campo verde, en el rincón donde hicieron zumba en la pandemia, en esa pita enorme que no para de crecer, en el mural que pintaron los nenes... Es su cariño infinito por esas calles, donde corría de niña su abuela, su madre, ella… y ahora sus nietos en su felicidad.

Apesadumbrada camina por esas rampas cuando ve un edificio vacío, cerrado, lo difícil que es sacar un alquiler o que vendan. Se ilusiona con la gente que va viniendo, muchos migrantes, de Cuba, Colombia o Marruecos, a trabajar en las granjas o en otro tajo. Imagina un futuro mejor con el proyecto de la autovía a Lérida, que llegará cuando llegue, pondrá a media hora la capital. Aurora es concejala. Se moja y quiere hacer cosas.

A esa misma hora, en Madrid, en el Parlamento, 65 plataformas presentaban 101 propuestas del proyecto Modelo de desarrollo de la España Vaciada que reivindica dedicar el 1% del PIB en el reequilibrio entre el mundo urbano y el campo. Abanderan el Plan 100/30/30, es decir, que todo punto poblado tenga 100 megas de internet, esté a 30 kilómetros de una autovía y a 30 minutos de servicios básicos.

Porque la acción política, la de base y la otra, será esencial para que esa transformación sea real y no solo un recurso para llenar trozos de papel como este, que la maldita España vaciada deje de ser un estribillo de metralleta cansina. El temita no puede ser un parche de moda sino bandera donde la implicación sea de todos los que habitamos estos lugares. Hagamos de esa ilusión de palabras por contar cada piedra un compromiso por dignificarlo y vivirlo en la acción. En una plataforma o en el ayuntamiento. Donde quieras. Pero haciendo. Como Aurora por su Estopiñán.