Montanuy es un municipio inmenso. Acostado al Noguera Ribagorzana y rasgado por el cauce del Baliera que baja de Castanesa. Muchos pequeños núcleos con casas fortificadas, ermitas esparcidas entre inmensos prados y frondosos bosques, ibones en lo alto, en Llauset rumbo a Vallibierna. Pirineo. Diseminados, con una despoblación latente desde hace décadas, inmigrantes que se fueron a Cataluña. Como Amado Donés.

El colegio, el consultorio y el ayuntamiento de Montanuy no están en una plaza centenaria. Están donde le viene mejor a todas para hacer gestiones. Se ubican por practicidad cerca del desvío de las dos carreteras nacionales, la que cruza hacia Castejón y la que sube al Valle de Arán y baja a Pont de Suert.

La primera vez que fui a ese enclave casi me cruzo con él. Por cinco minutos, me dijeron. Había ido a ver a los chavales de su pueblo. Cuando entré en el aula surgió esa comparación que me ha perseguido desde la adolescencia. Te pareces a Pau, el que acaba de salir, dijo un zagal.

Pau Donés

Pau Donés El Periódico

Ojalá fuera verdad. Ojalá no fuera por los rasgos de la carita o el pelazo. Ojalá fuera por su honestidad y ejemplo vital, por su bonhomía, su talento y su pensamiento. Pau Donés, el de Montanuy, el nieto del vaquero, el de La Flaca, Depende, Bonito y Eso que tú me das, murió viviendo en vez de vivir muriendo como tantos.

Porque aceptar que te vas es complejo e irremediable, como debería ser saborear cada bocanada de existencia, saber amar a los que están a tu lado, decir te quiero y abrazarse mucho y más, disfrutar de la felicidad desde la absoluta simpleza de las cosas, no odiar al otro, perdonar siempre, relamerse en la risa y en el llanto, estremecerse por cada mínimo estímulo que regala la naturaleza. Esa es la lección que quiso dejar Donés en sus versos cantados y en su última entrevista que le retrata extraordinariamente humano, emociona y hace reflexionar sobre la falacia de todas las preocupaciones con las que nos cubrimos de miedo y excusas. Mucha gente huye de la ciudad para buscar eso, esa calidad de vida, esa esencia de sentir el segundo. Es un error pensar que únicamente el pueblo va a logra esa transformación. Lo siento. Porque no todos tienen que irse a Montanuy o donde sea para entender a Pau, para parecerse un poquito a él, ser feliz. Ese viaje es interior y no exterior, debe ser una comprensión más profunda que se consigue con esos seres que están tan cerca que no hay que dejar de abrazarlos, con la comprensión de que nada merece la pena para jodernos la vida. Ni la muerte.