Malos tiempos para la lírica; malos tiempos para quienes han de sobrevivir gracias a su trabajo en torno a la música, pues se han visto forzados a reinventarse y buscar cómo subsistir a través de unos larguísimos meses en los que prácticamente cualquier cometido relacionado con los espectáculos musicales ha desaparecido, con especial mención de los festivales veraniegos y de esas fiestas tan importantes en el ámbito del Aragón rural y, a la vez, tan fundamentales en la economía de sus animadores, que no acuden allí para divertirse sino para ejercer su profesión.

Sin que el panorama llegue a mostrar ausencia total de lóbregos nubarrones, parece que al menos durante el verano persistirá un cierto aire de normalidad, con el feliz regreso de varios de los tradicionales eventos propios de estas fechas, si bien no será el caso de algunos tan renombrados como Pirineos Sur o Monegros Desert Festival. A cambio, recuperaremos los celebrados en Aínsa, Murillo de Gállego, Alcañiz, Panticosa y Benasque; en todos ellos, el espectáculo se beneficia de un marco privilegiado, donde la naturaleza aporta su peculiar gratificación. También podremos reencontrarnos con dos importantísimas galas internacionales de música histórica: el Festival en el Camino de Santiago y el de Música antigua de Daroca. Por fin, otra popular muestra, el Festival Folklórico de los Pirineos, inaugurará en Jaca su 51ª edición, que, al igual que todos los reseñados, verá la luz con algunas restricciones, tanto en cuanto al aforo, como a actividades canceladas, lo que implica la privación de pasacalles y actuaciones donde no sea posible un control exhaustivo de los imperativos sanitarios.

Sin duda, además del inapreciable apoyo institucional que los hace posibles, no ha de faltar el respaldo de un público ansioso por recobrar tan entrañables festejos.