Los nuevos movimientos de igualdad o liberación sexual, tipo el feminismo o la defensa de las personas LGTB, han exacerbado, al otro extremo del péndulo, las manifestaciones de corte machista. A tal punto que en el ámbito de las redes sociales se puede hablar ya de la existencia de una machoesfera.

Este club virtual de varones indignados por los avances de la igualdad de géneros está compuesto por distintos grupos o subculturas de una misma, intolerante y supremacista rama, o tronco, mejor, con ramificaciones en la mayor parte de los países avanzados. Cada uno de estos grupos y grupúsculos se plantea la reconquista de un poder masculino que consideran en riesgo y que se proponen recuperar a base de machacar al feminismo y ridiculizar sus manifestaciones reivindicativas, intentando presentar a sus defensoras como feminazis.

Entre estas nuevas sectas de ultraderechistas confesos y misóginos cabreados las hay que se dedican a manipular a las mujeres con el objetivo de cosificarlas como meros soportes sexuales de reproducción o placer. Otros círculos más extremistas las culpan de la depresión demográfica de la raza blanca en América del Norte y en buena parte de Europa, así como del riesgo de invasión que, a su juicio, presentan los territorios occidentales por etnias de árabes, negros, indígenas suramericanos dispuestos a colonizar Francia, Italia, España… En esa escalada de locura hay tendencias aún más dementes que acusan a las mujeres de sus propias frustraciones sexuales y propugnan la imposición del celibato…

Paradójicamente hay también muchas mujeres, militantes, también, en grupos organizados, que participan activamente en la machoesfera, siendo partidarias de sociedades y estados regidos por hombres, frente a los cuales se prescribe sumisión. Contra sus enemigas las feministas, se consideran femeninas.

¿Nos estaremos volviendo locos?