Hay fechas que se convierten en acrónimos cuya significación no requiere de mayor explicación que la de su enunciado. El fatídico martes, 11 de septiembre de 2001, en que Estados Unidos sufrió el mayor ataque interior de su historia. Un triple atentado perpetrado por 19 hijackers (terroristas aéreos) de Al Qaeda, que desviándolos de su ruta –al hacerse con su control– estrellaron los aviones que pilotaban contra el Pentágono y las Torres Gemelas de Nueva York, las cuales se derrumbaron tras los brutales impactos. Un tercer avión se precipitó sobre un campo de Pensilvania, seguramente por acción de los propios pasajeros, que al darse cuenta de que los terroristas se habían apoderado del avión y lo desviaban de su ruta, se amotinaron. Y aun a sabiendas de que su acción significaba la muerte (que de todos modos no iban a poder evitar) su acto heroico permitió que el avión impactase sobre un descampado y no sobre una zona habitada, como pretendían los terroristas. Alrededor de 3.000 personas perdieron la vida por causa de aquellos atentados, y aun a día de hoy, de algunas de ellas todavía no ha podido averiguarse la identidad. Todas eran inocentes.

Catástrofe, pánico, agonía, sufrimiento desgarrador, muerte. El terrorismo es un monstruo suicida falto de razón cuyo único fin es el exterminio de la civilización. Y España ha vivido bajo su yugo durante décadas. La banda terrorista ETA cometió 3.000 atentados en los que fueron asesinadas 864 personas y otras 7.000 resultaron heridas. Todas eran inocentes. Y adía de hoy, ante la falta de colaboración con la Policía y falta de arrepentimiento de la mayoría de los miembros de la banda, 377 de los asesinatos de ETA continúan sin resolver.

Ataque en España

El 11 de marzo de 2004, España sufrió el peor ataque terrorista de su historia, cuando terroristas islámicos hicieron detonar sus bombas en algunos trenes repletos de pasajeros en la estación de ferrocarril de Atocha, en Madrid. Aquel brutal atentado segó la vida de 191 personas y dejó heridas y con secuelas de por vida a 1.858 personas. Todas eran inocentes.

El 17 de agosto de 2017, un grupo de terroristas islámicos asesinaron a 15 personas y dejaron heridas a otras 100, en un atentado cometido con una furgoneta en las Ramblas de Barcelona. Horas después, el mismo grupo volvía a actuar en la localidad de Cambrils, causando la muerte de otra persona. 16 personas, todas inocentes, fueron asesinadas en aquellos despiadados atentados.

Gregor

En el transcurso de las investigaciones que llevó a cabo el Gobierno de los Estados Unidos tras el 11-S se llegó a la conclusión de que los ataques se habían planificado en Afganistán, entonces bajo el poder de los talibán, quienes habían dado cobijo en el país asiático a Osama Bin Laden, creador de la organización terrorista Al Qaeda e impulsor, a través de ella, de los atentados contra los Estados Unidos. La respuesta estadounidense ante tal evidencia, entonces bajo la presidencia de George W. Bush, fue la invasión inmediata de Afganistán (7 de octubre de 2001) junto a una coalición fluctuante de naciones, para luchar contra el terrorismo islamista que auspiciaba el gobierno talibán. Una poderosa facción de muyahidines fundamentalistas a quienes Estados Unidos había promocionado y armado durante la década de los 80, para que lucharan contra las tropas de la URSS, país que había invadido Afganistán en 1979, y que, derrotado –acelerando con esta salida la caída del imperio comunista– abandonaría definitivamente el 15 de febrero de 1989.

Pero a pesar de la operación militar internacional en Afganistán, y de derrocar del gobierno a los talibán, Bin Laden consiguió escapar y siguió provocando acciones terroristas hasta el 2 de mayo de 2011, fecha en que, en territorio de Pakistán, fue abatido por un grupo de las fuerzas especiales de los Estados Unidos, durante la presidencia de Barack Obama.

Aún así, Al Qaeda continuó cometiendo atentados y sus muyahidines combatiendo en las guerras de Irak, Siria y Libia. Y la presencia en Afganistán de Estados Unidos, liderando una coalición internacional –102 soldados españoles perdieron la vida en la misión, 62 de ellos en la tragedia del Yak-42 (26 de mayo de 2003) cuando regresaban a España– se prolongaría 10 años más.

Caducidad

Así, durante dos décadas, la coalición militar internacional en Afganistán creó el espacio propicio para la democratización del país, permitiendo la escolarización de niños y niñas, favoreciendo la cultura, promoviendo la economía y cimentando las bases para la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres en el país. A ello contribuyeron de manera decisiva los grupos CIMIC (de cooperación cívico militar) y los también cívico-militares PRT (Equipos de Reconstrucción Provincial, por sus siglas en inglés).

De este modo, faltando a la verdad y asombrando a la opinión pública mundial, Joe Biden, el actual presidente de los EEUU, anunciaba días atrás que los soldados estadounidenses se iban de Afganistán porque solo acabar con Al Qaeda había sido el objetivo de la ocupación militar del país, no su democratización. Habría que recordarle que Operación Libertad Duradera fue el nombre de la misión estadounidense en Afganistán. Lo que no sabíamos es que tenía fecha de caducidad: 30-A, 30 de agosto de 2021.