Los liberticidas, sus herederos políticos, piden ahora libertad. Los que ponen su negocio por encima de la salud, –y de la vida en muchos casos– de los ciudadanos, exigen ahora que se les devuelva la libertad. La libertad secuestrada por los Gobiernos de los países de todo el mundo con motivo de la pandemia. La libertad secuestrada por Gobiernos vagos, llegó a calificar sin ningún pudor un experto hostelero, además de fino epidemiólogo, porque seguían las restricciones que le impedían volver a la normalidad.

Ahora aparecen luchadores por la misma libertad que exigían los liberales del XIX en los comienzos del capitalismo: libertad para hacer negocios. Libertad para irse de cañas, para beber y conducir lo que uno quiera, según reclamaba Aznar y su discípula madrileña. 'Libertad' es una palabra demasiado importante para nombrarla en vano. Por ella dieron su vida y sufrieron años de cárcel luchadores antifranquistas. Lucharon por una sociedad libre en la que la única limitación fuese el respeto a la libertad de los demás. Una persona libre actúa según su voluntad, sus valores y su razón, pero está obligada a respetar a los demás comenzando por su derecho a la vida y a la salud.

La libertad está relacionada con la ética porque actuar con libertad no es hacer lo que me da la gana sino obrar con conciencia en beneficio del bien común además del propio. El ejercicio de la libertad implica pues responsabilidad porque quien la ejerce asume las consecuencias de sus acciones. En una pandemia el consejo de los técnicos y científicos es la clave para la toma de decisiones políticas, más allá de las presiones de quien por encima de todo quiere ganar dinero, pretensión muy comprensible, pero inaceptable mientras haya un virus. Por eso creo que el Gobierno de España y la consejera de Sanidad en Aragón, han hecho lo que debían en cada momento, digan lo que digan algunos hosteleros u otros poderes del Estado.