Ha enfadado en la izquierda la reacción mezquina del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, en una entrevista en la que consideraba que la escritora fallecida recientemente Almudena Grandes no merecía ser nombrada Hija Predilecta de Madrid pero que hacerlo le permitía aprobar los presupuestos de la ciudad, que era lo que él pretendía. Tres ediles de Más Madrid, el invento de Íñigo Errejón para sobrevivir políticamente cuando fue depurado en Podemos, apoyaron las cuentas de uno de los gobiernos municipales más conservadores de España con la condición, entre otras cuestiones de escasa relevancia, de que la autora de la serie de los 'Episodios de una guerra interminable' recibiera esa distinción a título póstumo. Cómo ha podido causar esa indignación en la izquierda la reacción de alguien que es capaz de no recurrir un auto judicial que obligaba a recolocar en el callejero madrileño las placas que rinden homenaje a la División Azul o a Millán Astray o de eliminar unos versos de Miguel Hernández de un memorial a los republicanos asesinados durante el franquismo.

Más le debería preocupar a un votante de Más Madrid que su partido, en las antípodas ideológicas del alcalde de la capital, dé el apoyo a un proyecto de 5.400 millones para aplicar unas políticas trascendentales para 3 millones de ciudadanos que poco tienen que ver con las que aplicaría la formación a la que dieron su confianza en las elecciones. Si la situación se hubiera dado a la inversa, también resultaría extraño. No imagino al PP prestando su apoyo a los presupuestos de la anterior alcaldesa, Manuela Carmena, a cambio del reconocimiento institucional a título póstumo de un escritor de ideología conservadora. Sería un aval escaso, desde la perspectiva de un elector de la derecha, para que la ciudad se rigiera por las políticas izquierdistas de Carmena.

Extraña alianza

En Madrid se ha producido esta extraña alianza a cambio de reconocer a una mujer que acumuló sobrados méritos pero que ya no puede disfrutar las loas. Y para Vox, el aliado habitual de Martínez-Almeida, que el alcalde haya aceptado este acuerdo es un auténtico giro al comunismo. Delirante.

Tampoco me parece muy razonable que los presupuestos de todo un Estado se puedan apoyar a cambio de una enmienda que exija a una plataforma digital privada que aumente su producción en catalán. Totalmente legítimo que un partido reclame eso (aunque algunos preferiríamos que pagara unos impuesto acordes al volumen de facturación del país que le permite obtener grandes beneficios y que luego produjera en la lengua que le diera la gana) pero el apoyo a unos presupuestos debería basarse en enmiendas con otro contenido y con una incidencia mayor sobre el conjunto de la ciudadanía. Existen otras iniciativas y otros procedimientos parlamentarios para conseguir esos propósitos.

Si hay una norma estratégica para cualquier Gobierno, esa es la de presupuestos. Sobre ella gira toda su acción política, es su auténtico compromiso con la ciudadanía. Cuando se habla de que un Ejecutivo aplica un rodillo porque apenas acepta enmiendas de la oposición a un presupuesto se está olvidando que considerarlas supondría que este renunciara, en un principio, a su propio proyecto.

No es el caso de lo que ocurrirá en Zaragoza con las enmiendas que presentará Vox a unas cuentas pactadas previamente con el PP y Cs. Que ahora la formación ultraderechista diga que no se cumple lo firmado en el proyecto es una simple y lógica escenificación de un acuerdo que le ha costado poco firmar al Gobierno municipal y poco asumir al partido de Julio Calvo. Ambos se mueven cómodos en ese juego de equilibrios y en febrero Zaragoza tendrá 837 millones para llevar a cabo los proyectos que han pactado. No hay otra alternativa. ¿O alguien ve a Alberto Cubero dando su voto a las cuentas de Jorge Azcón a cambio de, por ejemplo, llevar a las principales avenidas una escultura floral del Che Guevara? Claro que, en este caso, nunca se podría dar tal situación. Cubero sí es comunista de verdad.