Por fin ha pasado. Por fin alguien ha hecho algo útil y se ha remangado contra los bancos. Se llama Carlos San Juan, urólogo y cirujano jubilado, un hombre por cuyas manos han pasado muchas vidas, y que ahora se ve tratado con paternalismo por los gestores de su banco, que ya no le dan servicio y le tratan como si en vez de mayor fuera tonto. Lo escribí la semana pasada, invitando al ministro de Consumo a tomar cartas en el asunto. Pero San Juan hizo algo mejor: abrió una petición en change.org y, mientras escribo esto, ya lleva 228.354 firmas recogidas. Y subiendo.

La petición se llama «Tengo 78 años y me siento apartado por los bancos. Atención humana en sucursales bancarias». Ha salido en las noticias, lo han recogido ya algunos diarios. Eso hace que las firmas suban, esto es imparable. Yo firmé, claro. Pero el ritmo que lleva esto no se va a poder ignorar. Y eso que a veces nos olvidamos de la fuerza que tenemos como consumidores, como ciudadanos. Pero es que, además, esto se enlaza con otro asunto del que estamos oyendo hablar muchos estos días: los autocuidados. O sea, diagnostíquese usted mismo, póngase en cuarentena y trátese como si usted fuera médico. Y no. Ahora es por la pandemia, pero no permitamos que esto se extienda. Ni con los bancos, ni con la sanidad, ni con cualquier otro servicio imprescindible.

Porque nuestra merma de derechos (a que nos atiendan o nos diagnostiquen) es un ahorro de dinero para alguien, no lo duden. Y una merma de puestos de trabajo. Claro que hay cosas que sé hacer sola, pero pago (impuestos, comisiones) para que las hagan por mí personas cualificadas.

Así que ojito, que los ciudadanos no somos tontos. Lentos, puede. Pero tontos, no.