He disfrutado de este último libro de Noam Chomsky –titulado Sobre el anarquismo y editado por Capitán Swing– porque es un autor al que he tenido gran aprecio desde que, hace ya décadas, empezase a publicar sus estudios sobre estructuralismo y análisis de textos. Sin embargo, la figura de Chomsky nunca se ha ajustado del todo a su primera vocación y oficio de lingüista, dándose en él otras muchas inquietudes e indagaciones intelectuales.

A propósito del anarquismo, ideología siempre presente en su espíritu, sus últimas reflexiones vienen condicionadas desde el primer momento por sus tempranas simpatías filosóficas. El autor no las oculta en absoluto, ni tampoco el hecho de que las haya puesto en práctica con carácter, incluso, de militancia. Tan consecuente sigue siendo Chomsky con su ideología que no descarta la posibilidad de aplicar recetas anarquistas a las políticas de hoy en día.

En la parte más teórica, buena parte de este ensayo lo dedica el viejo y sabio Noam al estudio del anarquismo clásico, desde las doctrinas de Bakunin a la revolución española (1936—1937). En este apartado, que ha estudiado a fondo, se centra en aquellas colectividades anarquistas que nada más estallar la guerra civil se multiplicaron en Aragón, Cataluña o Levante, liderando un drástico cambio social desde la izquierda hasta que los comunistas trocaron violentamente ese sueño atacando a los anarquistas y haciendo el juego a las tropas de Franco. En su análisis de las colectividades, Chomsky apela a los estudios o testimonios de numerosos autores e historiadores ingleses, norteamericanos o franceses —Orwell, Hugh Thomas, Guèrin…—, pero, curiosamente, a ningún escritor o historiador español; como si, una vez más, nuestra propia historia nos la tuvieran que explicar y revender desde fuera.

Al margen de las fuentes bibliográficas, lo verdaderamente interesante es la praxis o proyección que Chomsky hace de las ideas anarquistas hacia este actual presente nuestro desde su punto de vista dominado por el neocapitalismo e invadido por la globalización. Frente a su deshumanización, o deshumanizada uniformidad, frente a los nuevos tipos de dominio y explotación, frente a la destrucción de derechos y libertades, el padre del estructuralismo apela a la igualdad, a la solidaridad y a la humanidad del anarquismo utópico.