Hay que ver con qué maestría, qué dominio del oficio, sin inmutarse lo más mínimo, sin mover un músculo de la cara, lo que un jueves era blanco (un apoyo incondicional porque las acusaciones de Ayuso no se correspondían con la realidad), el domingo era negro (Casado tenía que dimitir) y la lealtad se esfumó, desapareció y el gran presidente Casado, el de la permanente deslegitimación del Gobierno, el de los reiterados y graves insultos a Sánchez, el de denostar a España en Europa, el de la foto de Colón... se vio abandonado.

Uno a uno (los que se mantuvieron fieles se pueden contar con los dedos de una mano) le fueron dejando solo. Los que antes le aplaudían con las orejas y exhibían las fotos con él, ahora marcaban distancias y pasaban a señalar las grandes virtudes del que se intuía como el nuevo líder que es el gran líder no solo de Galicia, sino de toda España, qué digo de toda España, de toda Europa e incluso del mundo mundial.

La lealtad tiene que ver con la fidelidad y es fiel quien es constante en sus afectos y no defrauda la confianza del otro

No se quedó corto el Sr. Azcón. Todo su supuesto y regalado carisma (otro día hablaremos de eso) al servicio de los nuevos aires, Sr. Azcón. La lealtad tiene que ver con la fidelidad y es fiel quien es constante en sus afectos y no defrauda la confianza del otro. La lealtad tiene que ser mutua y tiene que ver también con la reciprocidad. Nos han demostrado que hay otras formar de entender la lealtad, nada nuevo por otro lado. Algunos, la única lealtad que tienen es a su sueldo, a su sillón, a su lugar en el aparato, porque fuera de la política no son nadie o pasarían a otra forma de mediocridad, porque no tienen a dónde volver, porque no han hecho otra cosa en su vida que apacentar un pequeño rebaño donde sustentar su lugar en el aparato y proclamar hasta en sueños las virtudes del líder. ¡Qué espectáculo, Sr. Azcón! Casado, al que obviamente nunca le tuve ninguna simpatía, es la víctima de la traición.

No es una valoración, es un hecho, Sr. Azcón.