Un acaparador es un obseso del egoísmo. Su ambición consiste en convertir en exclusivo algo porque así nadie más puede disponer de eso. En psicología hablamos del síndrome de Diógenes en quienes muestran un comportamiento de abandono y obsesión enfermiza por acumular desperdicios.

Cantinflas, Feijoó y Azcón

Los niños acaparan padres, juguetes y atención, no siempre en este orden. Los mayores atesoran recuerdos y necesidades, que conservan con cariño en hogares y residencias, frente al dispendio de una memoria desgastada.

Hay quienes acaparan el trabajo, no sea que la realidad les haga prescindibles. Luego están los oligarcas del ocio en monopolio, unos trabajadores más falsos que los autónomos a sueldo. Hay empresarios que acaparan beneficios, y reparten pérdidas, nacionalizando el esfuerzo de sus empleados. Los animales acaparan alimentos para sí mismos y su prole, pero no para asfixiar a sus competidores. Este comportamiento humano, como otros, tiene una base evolutiva pero una ejecución antisocial. No hay crisis sin acaparamiento, aunque se acapara sin crisis para que finalmente llegue.

Al inicio de la pandemia sufrimos, en silencio, por la higiénica ausencia de un digno y suave final al recorrido de nuestra temerosa ingesta. Tras la paralización de la cadena intestinal, llegó la de la automoción, sin chips. Ahora, el ultracaparamiento de algunos transportistas les lleva a ser la vox de su amo.

Los humanos acaparamos hasta la solidaridad. ¿Pero esto es un baño de empatía con el prójimo o un símbolo de estatus, en modo Berlanga, para poner un ucraniano a su mesa? ¿Que Putin invade Ucrania? No hay problema ¡sujétame el cubata solidario, que voy y traigo los ucranianos que haga falta! Hoy, si no eres capaz de organizar una caravana de maratón solidario, no eres un fraternal influencer. Sería más lógica una operación coordinada, de estados y oenegés, para sacar al mayor número de ciudadanos.

Una pena que no hayamos visto este acaparamiento solidario, en dirección al sur de Europa, para acercar a los inmigrantes que huyen arriesgando sus vidas. A los acaparadores compulsivos podemos aplicarles terapias de inundación. Hay una tentación que nunca falla en las personas. Si algo no se prohíbe y es accesible, pierde su encanto y atracción. Pero por dios, no se lo cuenten a las religiones que se benefician del sufrimiento ajeno. Lo explicó muy bien Mario Moreno, Cantinflas: si se necesita un sacrificio, renuncio a mi parte y agarro la suya.

Las buenas noticias han sido acaparadas por las llamativas. Los silos de la información sufren humedades de bulos y el pan de la comunicación desarrolla hongos, algunos de propiedades alucinógenas. Los poderosos acaparan las crisis, y sus consecuencias, para girarnos el recibo que más beneficios les reporte. Lo público es fundamental y se sostiene con los impuestos. La economía no resistirá solo con fondos europeos. Prioricemos los servicios públicos, y la progresividad impositiva, porque vivir mejor es vivir. Las palabras de Feijóo, acusando a Sánchez de «forrarse» con los impuestos, son la viga propia en sus conservadores ojos. Los populares prefieren «forrar» a sus amigos, antes que enriquecer a su país con unos buenos servicios públicos universales. Ese es el camino que marca el futuro líder del PP, que ensaya en Castilla-León con Abascal, y que diseña en Andalucía con los ultras a los que corteja. El gallego presidenciable se hizo cantinflable definiendo la violencia de género como intrafamiliar, porque si fuera machismo sería extrafamiliar, vamos, como muy familiar y ¡ahí está el detalle! Que no es ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario.

Feijóo estuvo el martes con Azcón en Zaragoza. Como Cantinflas, tuvieron la duda de actuar como caballeros o como lo que son. Juntos, celebraron los populares idus de marzo. El Bruto de Casado acabó en la antigua comisaría de Ponzano donde declaró junto al resto de cómplices. Dieron un paseo por el centro en el que, tras lo ocurrido, pactaron que ninguno de ellos sacaría las manos de sus bolsillos.

Menos mal que, entre tanto acaparador, la poesía reparte emociones a través de la palabra. La Antología propia de Adolfo Burriel, es una ontología compartida para leer y disfrutar.

Hoy se concentran los trabajadores municipales de instalaciones deportivas para pedir calidad en un servicio tan básico como la cultura. En fin, disfruten del fin de semana y no curren mucho. Recuerden a Cantinflas: algo malo debe tener el trabajo, o los ricos ya lo habrían acaparado.