El Periódico de Aragón

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Luis Negro Marco

Rusia, el lobby contra el cordero

Lo más terrible es que existen poderosos grupos de presión que apoyan a los dictadores para garantizarse beneficios

El eufemismo (palabra con que se sustituye a otra a la que se considera tabú) junto a la demagogia (procedimiento dialéctico para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la ambición política de un tirano) son dos conceptos acérrimamente enemigos de la verdad.

Y los dos han sido usados por el presidente de Rusia, Vladímir Putin, para ocultar la verdad: Los crímenes de guerra que está cometiendo en Ucrania: miles de muertos, muchos de ellos civiles, entre los que se encuentran centenares de niños y casi cuatro millones de personas que, bombardeados sus pueblos y ciudades (Mariúpol, convertida en la nueva Guernica) y destruidas sus casas, son ahora refugiados sin hogar, cuya única posibilidad de salvar la vida es la solidaridad con la que están siendo acogidos en Europa, especialmente en sus naciones vecinas: Polonia, Rumanía, Hungría y Eslovaquia.

Dictador neosoviético

El eufemismo: el dictador neosoviético de Rusia y criminal de guerra ha prohibido en el país el término «Guerra de Ucrania», a la que él y su alto mando denominan «Acción militar en Ucrania». La demagogia: «Desnazificar Ucrania». Sorprendente pretexto para alguien que, al igual que hiciera Hitler durante la II Guerra Mundial, ha desatado una cruel y calculada guerra de desgaste sobre un país vecino y hermano (Rusia y Ucrania son de población mayoritariamente eslava) cuya víctima principal es la población civil.

La guerra que ha iniciado Vladímir Putin en Ucrania no ha tenido un 'casus belli' que la haya motivado. Bien al contrario, fue Rusia la que (también bajo su presidencia) se anexionó, unilateral e ilegalmente, en 2014, la península de Crimea (que pertenece a Ucrania) y alentó, en el mismo año, la guerra en los territorios del Dombás (Donetsk y Lugansk) a los que Rusia ha reconocido como territorios independientes de Ucrania, para cerrarle la salida al mar de Azov y al mar Negro.

Rusia se ha lanzado a redibujar las fronteras de la extinta URSS

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De este modo, con desprecio absoluto a la vida de las personas, bajo la longeva presidencia de Vladímir Putin (desde el año 2000) Rusia se ha lanzado a redibujar las fronteras de la extinta URSS, con el fin de dominar política, militar y económicamente, el Asia Central y recuperar sus áreas de influencia durante la Guerra Fría en Europa (es decir en los que fueron llamados países de la Europa del Este: Albania, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Polonia, la extinta Yugoslavia, Chequia y Eslovaquia. Además, la presencia de Rusia en Siria (con una base naval militar en el país) y Libia (en donde ha desplegado fuerzas en apoyo del señor de la guerra Jalifa Haftar) y su influencia sobre Argelia (país enfrentado a Marruecos por la cuestión del Sahara Occidental, cuya autonomía, dependiente de Marruecos, acaba de reconocer España, alineado con Estados Unidos e Israel) constituye una seria amenaza militar para la seguridad de la Unión Europea y de los países del Mediterráneo.

Allanando el discurso

Pero lo verdaderamente preocupante de la guerra de Rusia en Ucrania y la grave crisis humanitaria que está ocasionando en Europa, es la tibieza con la que está siendo tratada en muchos de los foros, partidos políticos (principalmente en los de izquierdas) gobiernos y medios internacionales de comunicación. Resulta increíble que no haya existido una crítica nítida que haya neutralizado el burdo y clásico discurso (propio de las ideologías totalitarias de todos los tiempos) al que ha recurrido el dictador ruso, allanando su discurso para hacer de Ucrania un enemigo, calificándolo de país de nazis y drogadictos. El que el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa rusa, a su vez, haya apoyado la guerra declarando que se trata de una lucha contra «el lobby gay», es repugnante, claramente delictivo y absolutamente contrario al mensaje de amor que proclama la religión Cristiana.

Sin embargo y a pesar de la impotencia que –como humanos– puedan provocarnos estos hechos, este tipo de transgresiones morales, sociales y políticas son y han sido a lo largo de la Historia, propias de todas las ideologías radicales (fascismo, nazismo, comunismo) y jamás iniciadas al margen de la violencia. Bien al contrario (como sucede con el terrorismo) la violencia ha sido y es justificada por los dictadores como forma legítima de imponer su dictadura moral, a la que consideran como la mejor y única solución para la erradicación del conflicto. Solución que pasa por la eliminación de los no integrados, de los diferentes y disconformes con la uniformidad ideológica a la que todo totalitarismo aspira, como última meta, a imponer.

Ideologías dictatoriales

Así, el resultado final de la aplicación de las ideologías dictatoriales a las sociedades en las que se imponen es el de sociedades basadas en una absoluta desigualdad entre una pequeña élite todopoderosa y dominante y una abrumadora mayoría social depauperada, neutralizada moralmente y extremadamente dependiente de un poder que se manifiesta de manera férrea. Un poder que ejerce un control extremo sobre todos los ámbitos de la vida de las personas y que actúa con total desprecio hacia la intimidad de las personas y los Derechos Fundamentales del Hombre, empezando por el derecho a la vida.

Pero quizás lo más terrible es la constatación de que al lado de todo poder dictatorial que en la Humanidad se ha dado y se da, han existido y existen unos no menos poderosos lobbies (revestidos de perversas buenas intenciones) que los apoya, con el fin de garantizarse los beneficios que le brindará su cercanía al poder, una vez que las dictaduras que alientan (la mayoría de ellas travestidas de humanismo y amor a la civilización) lo hayan alcanzado.

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