El Periódico de Aragón

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Juan Bolea

Sala de máquinas

Juan Bolea

Realismo, arte, dolor

La guerra de Ucrania nos está acostumbrando a ver una clase de mujeres que salen de sus casas tan abrigadas como desnudas de expresión, con más ropa que alma, desvalijada esta por el terror, afilados los rostros por el insomnio, nublados los ojos por el dolor. Abuelas, madres, hijas… Algunas, heridas por las bombas o las balas; otras, violadas por los soldados rusos, en una infernal secuencia con escenarios como agujeros de misiles, casas sin muros, campos abrasados, aceras levantadas… Siendo las caras de esas mujeres, sus temerosos movimientos y desesperación lo que nos acongoja.

Dicho tipo de personajes y tragedias está vertebral y magistralmente reconstruido en La maestra de Stalin (Seix Barral), la nueva novela de Cristina Cerrada.

Una historia que la autora hace transcurrir en la Georgia amenazada e invadida por Rusia hace ya una docena de años, pero tan similar en su bélica geografía, en su brutal estética y pavoroso destino que ambas realidades se superponen en la lectura de La maestra de Stalin como una misma realidad ficcionada en sus mecanismos narrativos, pero no en la sima psíquica de sus víctimas.

Mujeres, las que pueblan la novela, protagonistas a su pesar, envueltas en tal ambiente de violencia y odio que apenas pueden desarrollar una educación, una cierta sensibilidad, una relación que las aleje de la pesadilla de su existencia cotidiana y anime a vivir, a sonreír, pues hasta la risa ha sido mutilada por las bombas e incluso dentro de las casas, de los dormitorios, parece haber cámaras, gatillos, mechas, extintores preparados para sofocar la más mínima ráfaga de felicidad.

Y, sin embargo, Cristina Cerrada no ha escrito una novela triste. Avanzando en sus páginas, el lector irá calentándose en el rescoldo de una humanidad que, a punto de extinguirse su calor, apagada su empatía, ahogada en humo su magia, será capaz de jugar, escribir, enamorarse aunque fuera sin esperanza y con un como vaho animal congelando los cuerpos desnudos en camas de colchones hundidos rechinantes como los dientes con el placer. Esa resistencia por no dejar de ser georgianas, ucranianas libres, llevará a las heroínas de La maestra de Stalin a identificar la bandera de la libertad como el único horizonte de su futuro. Realismo. Arte. Dolor.

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