Necesitamos información, necesitamos saber cómo es el mundo un poco más allá de nuestro ombligo. A pesar de que muy probablemente beberemos en una caudalosa fuente de angustia e incertidumbre, abrimos el periódico cada mañana, en demanda de un análisis de los hechos serio, ponderado y, si fuera posible, libre de manipulación. Sin embargo, hay quien prefiere las tertulias radiadas o televisadas donde los participantes porfían por descalificarse unos a otros, quizá con la pretensión de enriquecer la audiencia del medio, sacrificando por el camino cualquier propósito de integridad y ecuanimidad. ¿Y si todas las repuestas estuvieran en los libros?
Eso es, precisamente, lo que defiende Juan Sobrino, bibliotecario en Soto del Real y recientemente incluido por la revista Forbes en su lista de los 100 españoles más creativos. A esta célebre publicación no le faltan argumentos ni razones, fundamentalmente gracias a la labor de inclusión cultural que Juan viene realizando, así como por su capacidad para hacer llegar un libro, junto con oportunas recomendaciones, al más impensable rincón, penitenciarias incluidas, donde también ha organizado talleres de poesía para los presos. El bibliotecario es siempre un gran amigo, cuyos consejos pueden orientar al lector hacia aquellos libros que mejor respondan a su singularidad y expectativas, además de facilitarle algunas opciones de difícil disponibilidad. Una corriente, hoy de especial interés, es la de proporcionar una segunda vida a los libros, esos tomos olvidados en una estantería que pueden de este modo quedar a disposición de nuevos lectores.
Juan no está solo. En cada biblioteca, de las miles presentes a lo largo y ancho de nuestro país, encontraremos a alguien dispuesto a orientar y aconsejar a quienes acuden sin complejos a estos grandes templos de la cultura.
