TERCERA PÁGINA

¿No tiene enmienda?

Se perciben un nuevo concepto de moralidad y una decadencia de la razón

Vicente Calatayud

Vicente Calatayud

Woody Allen decía: «En el mundo existen dos cosas importantes: el sexo y… de la otra no me acuerdo». El ejercicio sexual puede incluir molestia, incomodidad y complicación y carecer de todo carácter erótico. Sea como fuere, es omnipresente. Nuestro refranero, que a veces es áspero, lo ha definido hace mucho, recurriendo a un expresivo gerundio, como algo que «no tiene enmienda». Son frecuentes los incidentes: de precocidad (durante) o tardíos (al finalizar la práctica carnal). También menudean los que, por analogía, en la vida cotidiana, familiar, laboral, profesional, etc., se denominan «putadas». Por doquier, pues, se comprueba la relevancia de la sexualidad en las relaciones humanas.

A lo largo de los tiempos el erotismo ha sido en muchas culturas (no en todas) un tema espinoso presentado en muchas ocasiones como circunstancia necesitada de control o censura.

Nuestro sistema neodemocrático considera el fornicio y, en general, el intercambio sexual, como un cromosoma más del genoma del neosoma humano, hoy desnaturalizado. Promociona la energía erótica machista o feminista (o masculina y femenina), según autodefinición psicológica del nato humano biológico oprimido, para que rompa tabúes y prohibiciones, situando la actividad sexual en el mismo plano que cualquier otra actividad humana. El nuevo genoma democrático pretende que la práctica sexual en sus diferentes manifestaciones esté al mismo nivel que el resto de las funciones humanas (incluido el espionaje policial o político: como si esto fuera novedad).

En diferentes aspectos de nuestra convivencia se observa una deflación de los valores éticos en las relaciones humanas. Hay un deseo y un interés diferentes por lo personal, lo ideológico, lo material, por el odio y por lo erótico, de difícil enmienda. Eso tiñe la visión de lo amoroso y de todos los fenómenos que se asocian al amor sexuado: sexualidad, erotismo, enamoramiento, pornografía y la misma vida cotidiana de una pareja o familia no biológica, sino elegida por la psique de cada uno.

Ello va de la mano con la aparición de una concepción específica de la democracia, privativa, particularizada y personalizada, llena de absurdas y extravagantes concesiones, y falta de sentido común, pero dotada de una exitosa claque parlamentaria. Lo cual ha generado una ruptura de los eslabones éticos, biológicos y sociales (académicos, sanitarios, etc.) y se ha erigido en fuerza dominante que «no tiene enmienda». Pero debería tenerla si ambos hemisferios políticos (derecho e izquierdo) actuasen conjuntamente para formar un cerebro eficaz.

Se perciben un nuevo concepto de moralidad y una decadencia de la razón y del espíritu en las prácticas y estructuras sociales, de tal forma que nuestra democracia ha ido transformándose no diré en algo dañino y bipolar (fascistas y rojos), pero sí en un medio ambiente deshonesto, picaresco y abusivo. Un problema al que no se dedica especial atención, aunque nos envuelve a todos bajo su red. ¿Será que no tiene enmienda?

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