EL ARTÍCULO DEL DOMINGO

Segunda alcaldesa

Natalia Chueca se estrenó ayer como alcaldesa de Zaragoza. La segunda mujer, en la historia de la ciudad. Llega con un gran apoyo electoral y debería plantearse dos retos: liderar un auténtico modelo de ciudad transformadora y ser más sólida que la primera

Nicolás Espada

Nicolás Espada

Las tres capitales de Aragón tienen desde ayer alcaldesa. Y en los tres casos es la segunda de la historia. Emma Buj, que repite en Teruel, sigue siendo la segunda alcaldesa de la democracia, después de la socialista Lucía Gómez (2003-2007). Lorena Orduna llega también a Huesca después de que entre 2011 y 2015 fuera alcaldesa su compañera de partido Ana Alós. Y en Zaragoza, la primera fue Luisa Fernanda Rudi (1995-2000) y la segunda, desde ayer mismo, Natalia Chueca. Pocas mujeres, como se puede ver, fruto de la tradición machista de la sociedad, pero toda una declaración de compromiso tener una comunidad con las tres capitales con alcaldesa. Aunque los tiempos cambian y esto ya no es como cuando al entonces presidente del PP, José María Aznar, le dio por colocar a un numeroso grupo de mujeres al frente de las listas municipales y, encima, la gran mayoría fueron elegidas alcaldesas. Quizás eran tiempos en que lo bueno era ver a una mujer con el bastón de mando, pero ahora ya lo que la ciudadanía exige es un trabajo continuado, esfuerzo y, sobre todo, resultados. Sea hombre o mujer.

Por eso mismo, lo primero que tiene que hacer Natalia Chueca es no fijarse mucho en su antecesora en Zaragoza, Luisa Fernanda Rudi. Seguramente en ella podrá encontrar un referente para muchos aspectos diversos de la feminidad y su papel en la sociedad, pero es poca referencia como gestora municipal. Tienen en común, aparte de militar en el mismo partido, que a ambas se les conoce mucho por las flores. Rudi colocó maceteros por la ciudad en un intento de romper con el cemento que dice que tenía la capital. Chueca puso en marcha el Zaragoza Florece. Quien va a regir la cuarta ciudad de España debe tener solidez en sus planteamientos y, después, pensar que los zaragozanos le han respaldado muy mayoritariamente y tiene que devolverles esa confianza en mejoras, retos y transformaciones ciudadanas. Su primer discurso como alcaldesa sonó bien.

Zaragoza, por unas causas u otras, se ha estancado en la Expo de 2008. Ahí quedó la gran transformación de la ciudad. Hay que promover algo potente y quien debe liderarlo debe ser el ayuntamiento y, por lo tanto, su alcaldesa y ayer se mostró dispuesta. Pero no son necesarias ocurrencias sobre Goya ni más arcos florales. Es evidente que hay que dar un plus social, empujar la vivienda de alquiler para jóvenes y responder a muchas de las peticiones históricas de los barrios, amén de insistir con la movilidad, la sostenibilidad (pero de verdad) y, por su puesto, seguir adelante con el proyecto del nuevo campo de fútbol. Todo eso se da por hecho y ninguna minoría debe ser relegada, aunque Vox tenga que decir algo en el gobierno municipal.

Pero es fundamental apostar por algo novedoso y que dé un plus a Zaragoza. En su programa electoral, Chueca llevaba la gran ciudad del deporte. Puede ser una alternativa. Pero aun siendo positivo y ambicioso este proyecto, hay que pensar en el auténtico modelo de ciudad del siglo XXI. Las principales arterias, el abandono social y hasta de seguridad nocturna que están teniendo muchas calles del Casco Viejo, debe tenerse en cuenta. Y la cultura, una parte vital en ciudades medianas como Zaragoza, que necesitan atraer a visitantes para que vean y hagan aquí lo que no se puede hacer en ninguna otra ciudad, algo exclusivo. Es el reto que tiene la nueva alcaldesa que tiene que seguir pisando la calle, como lo hace, pero introduciendo entre los zaragozanos un espíritu de transformación que enganche para poder ser solidarios con esas propuestas. El año 2008 fue un baño de autoestima para todos. A él hay que recurrir para que de aquí a 2027 se hayan puesto las bases de todo lo que hay que hacer nuevo en esta ciudad. La alcaldesa, con solo cuatro años en política, puede hacerlo mucho mejor que otros porque todavía tiene ese vicio de la empresa privada que busca nuevos hábitos, nuevos retos, nuevos elementos que hagan viable la firma. Y con el reloj de la empresa privada, no de la pública. En eso hay que estar. Es la segunda mujer alcaldesa de Zaragoza y haría muy bien en aspirar a ser la primera. Cuando los alcaldes son decididos, valientes y sólidos, las ciudades parece que tienen una luz especial y fluyen solas. Eso es lo que tiene que conseguirse en Zaragoza porque hace ya muchos años que hay pocas cosas que sorprendan. Y como dijo ella ayer mismo, deben «pasar cosas en Zaragoza, con carácter».