Opinión | SALA DE MÁQUINAS

El ventilador

Curiosamente, la imagen o metáfora del ventilador se ha venido utilizando en la política española no para airear ambientes sobrecargados, sino para propulsar el polvo, el mal olor o el aire viciado de habitaciones cerradas a un exterior donde el aire se supone más puro.

Al activar las aspas del ventilador para aminorar el calor o expulsar los malos olores se impulsan igualmente hacia afuera elementos volátiles como la corrupción, o como la calumnia, expandiéndolos más allá y alcanzando a quienes estén en la habitación vecina, para igualmente así contaminarlos.

Hablo de dos habitaciones porque fundamentalmente es en dos cuartos oscuros, oscurísimos, sin luz, sin aire, donde se ocultan ministros y presidentes del PP y del PSOE, o los comisionistas relacionados con algunos de sus dirigentes.

Es por eso, debido a sus huéspedes, que cuando en una de esas habitaciones del poder se conecta el ventilador se hace para llenar la otra con idénticas miasmas, de manera que sea ya indistinto hallarse en uno u otro cuarto, al apestar ambos a la misma escoria moral.

A los dos tradicionales ventiladores del bipartidismo hay que añadir ahora el de Puigdemont, fabricado en Rusia con gran potencia y ofrecido con una rebaja del tres por ciento a todo aquel que quiera hacer uso de su turbo corruptor de tres posiciones y dos corrientes. El otro catalán, Aragonès, que venía abanicándose con el pai-pai de la siesta socialista, se ha comprado un ventilador para las elecciones con idea de ventilar la independencia y refrescar un poco esas ideas de secesión que van quedando antiguas a medida que las modernas arcas de la Generalitat y del partido se llenan con el confort de la democracia orgánica. Ésa que, desde Madrid, oxigena presupuestos autonómicos y presta ventilación asistida a los partidos políticos que, con media docena de votos, son capaces de producir energía eólica, incluso huracanes...

A pesar de tantos ventiladores, la democracia española no huele bien, al aroma de la libertad, al incienso de la verdad, sino a las cloacas del revanchismo, a los establos de la prensa de partido, a la mentira y al miedo.

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