Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Huyendo de Rusia

La tradicional brutalidad del ejército ruso tiene fiel reflejo en las llamadas Fuerzas Especiales, aquellos comandos de intervención rápida contra alertas terroristas, sabotajes o supuestas intentonas de magnicidio.

En la Rusia actual, tales equipos de élite dependen directamente del Kremlin. Esto es, de la voluntad omnímoda y del mando absoluto de Vladímir Putin.

Antes de que la bestia actual ocupase la plaza roja, otros muchos y muy dolorosos latigazos sufrieron aquellos ciudadanos más que soviéticos, sovietizados que, soñando con llegar a ser libres, intentaron huir de lo que entonces se llamaba, significaba y abarcaba la URSS.

Entre aquellas repúblicas sojuzgadas por la Unión Soviética, figuraba la hermosa Georgia. En su capital, Tblisi, en 1983, un grupo de jóvenes estudiantes, ideologizados en base a principios democráticos prohibidos en su país, urdieron un plan para huir de su cárcel política y encontrar en Londres o en París aquel aroma de libertad que en su entorno tornaba acre el humo de la censura.

Su plan consistió en secuestrar un avión y en obligarle a desviar su ruta. Subieron a bordo y amenazaron al piloto, pero los planes se truncaron y aquel osado grupo de estudiantes resultó en parte abatido, en parte capturado por Fuerzas Especiales. Los jóvenes que no fueron tiroteados en el avión serían trasladados a cárceles georgianas para sufrir interrogatorios acompañados de torturas que les forzasen a revelar todos los detalles y nombres de su huida. Tras un juicio sumario, y sin llegar a salir de la prisión, fueron ejecutados.

El escritor georgiano Dato Turashvili ha contado esta terrible historia en una novela, Vuelo desde la URSS (Navona) que se lee con el alma en un puño.

En realidad se trata de una crónica fiel de los hechos. En sus páginas se nos confiará buena parte de las vidas de aquellos estudiantes, Gega Kobakhidze, Temur Chikhladze, Guliko Eristave, Gia Tabidze… cuyas alas y esperanzas fueron truncadas por un régimen totalitario capaz de tratar a quienes consideraba traidores con una crueldad simplemente brutal. El modo en que los estudiantes fueron ejecutados en prisión pone los pelos de punta.

Desde entonces, las Fuerzas Especiales rusas sólo han conseguido empeorar.

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