Opinión | el triángulo

Efectos colaterales del terremoto Sánchez

Hay quien ya ha tomado conciencia en el PSOE de la urgente necesidad de buscar un sucesor pero la pugna por el liderazgo siempre tiene un coste

Ni siquiera ha pasado una semana desde que Sánchez parara el país para decidir si seguía al frente del Gobierno y ha cambiado todo para que todo siga igual. Solo un matiz, justo lo que buscaba provocar el presidente que era frenar esa máquina del fango que denunció en su carta a la ciudadanía no ha ocurrido. Más bien lo contrario. Los pseudomedios han intensificado su ofensiva y la oposición ha endurecido sus descalificaciones. Excesos previstos ante una decisión todavía difícil de encajar por una gran mayoría que sí empatiza con la vulnerabilidad emocional de un presidente, pero no con la posibilidad de amago electoralista. Si el presidente no supera pronto su posición de víctima puede caer en el descrédito y, en consecuencia, perder buena parte del respaldo social hasta ahora logrado en los distintos frentes de los que sale victorioso desde hace diez años.

Sánchez ha pedido comprensión a la ciudadanía y ética al periodismo. Solo así, dice, se podrá expulsar democrática y legalmente del debate público a aquellos pseudomedios financiados por simpatizantes y partidos de la derecha que contaminan la política. La respuesta ha sido de solidaridad y apoyo únicamente en el lado donde podía encontrarla, claro. La regeneración democrática ya figura en la agenda como un objetivo a alcanzar para el buen funcionamiento de las instituciones. Sin embargo, también parece haber abierto la puerta a una reflexión que ni siquiera preveía. Él, que ha controlado hasta ahora todos los efectos colaterales de sus decisiones, ha demostrado que su volantazo pone en evidencia la falta de alternativa de los socialistas a su secretario general.

La convicción suele ser un muro impenetrable hasta que aparecen las primeras grietas. Sánchez ha querido correr ese riesgo. Activó un seísmo que ha alcanzado con mayor o menor impacto toda la superficie, incluyendo a su propio partido. Los socialistas han despertado de un sueño cayéndose de la cama. Hay quien ya ha tomado conciencia de la urgente necesidad de buscar a un sucesor. Sin prisa, pero sin pausa. Por si acaso el suelo vuelve a temblar bajo sus pies, mejor estar prevenidos. Lo malo para el PSOE es que la pugna por el liderazgo siempre tiene un coste. El desgaste de la carrera hacia la secretaría general será inevitable, aunque Sánchez esté dispuesto a presentarse a una reelección. Esto sí que no es ni nuevo ni exclusivo de Ferraz. Todas las sedes conocen bien las intrigas de las peleas cainitas, aun habiendo cierto consenso interno. Que se lo digan a Alberto Núñez Feijóo, a quien probablemente le costará conciliar el sueño los días en que su cama se encuentre cerca de Génova.

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