Hace unos días vi la película 'El poder del perro' y en ella su directora, Jane Campion, nos cuenta quiénes somos, qué y por qué. 'El poder del perro' es la culminación de todos nuestros anhelos, los que nos roban siendo niños, los que escondemos en nuestra adolescencia y los que creamos en nuestra época adulta para que no nos haga daño ni lo que nos robaron siendo niños, ni lo que escondimos siendo adolescentes y casi hombres y mujeres. Y por eso cuando llega la muerte, lo único que nos queda es el poder del perro que no vimos ni supimos mirar, en ocasiones por miedo, en otras por ceguera y siempre por cobardía.

La película es un canto a la amistad, pero ve la amistad desde muy diferentes puntos de vista. Desde ese punto de vista donde el macho se encuentra con el macho y habla de cosas de machos; desde ese otro punto de vista basado en la relación de hermanos que se ocultan las razones de su neutra infelicidad y desde un tercero, quizá el más hermoso y a su vez tenebroso, que es el que se crea desde el amor, la comprensión y los silencios que tanto dicen en esta película.

Como en la vida, 'El poder del perro' nos mantiene en suspense, porque no sabemos realmente si algo terrible va a pasar y si va a pasar cuándo será y dónde. A lo largo de sus más de dos horas de metraje pasan muchas cosas, pero nada es tan terriblemente malo o al menos nada se refleja de esa forma, aunque todo destila soledad, complejos, abusos y enormes pasiones enterradas y a las que nadie pone flores, porque las flores se queman, son símbolo de la belleza y de la feminidad y en un mundo tosco y fanfarrón hay que quemar lo que se considera y se entiende superfluo y es femenino y sin sexo.

Y con el fin te preguntas qué podemos pensar de la vida, como si la vida se pudiera pensar además de vivir y piensas que a veces es un criatura desnuda y hambrienta jugando a los pies de todas las puertas de todas las cosas, otra es efímera y odiosa y siempre constituye un anhelo con el que compartir sus horas, sus días y sus noches, que a veces se quiebran en ciega letanía y otras se forjan en cuerdas que son duraderas y eternas y embisten a todos los temores.

'El poder del perro' no aúlla por la noche ni tampoco replica su llanto durante el día. No lame ninguna mano ni espera ninguna recompensa porque es discreto, sabe ser lo que no es y hacer sentir lo que no siente, porque sabe que así provoca miedo y compasión y una infinita discordia entre las cosas que uno no quiere ser, pero acaba asumiendo en el ebrio dulzor de una botella de aguardiente.