Cuánto cuesta que nos pongan un espejo enfrente y nos obliguen a mirar. No solo Enrique Ossorio ha negado la veracidad, sin haberlo leído, de un informe de Cáritas sobre exclusión y desarrollo social en la Comunidad de Madrid, el exconsejero de Bienestar Social de la Generalitat catalana, Josep Lluís Cleries también discutía los resultados del mismo informe en su territorio administrativo porque se sintió atacado en su política de ajuste presupuestario. Si hasta el ministro Montoro desde el altavoz que da el gobierno nacional acusó a estos informes de no ajustarse a la realidad. Aparta de mí la ciencia, las estadísticas y los trabajos de campo si lo que me devuelven no es la imagen performativa que quiero publicitar por suplementos económicos, ferias internacionales y mercados de divisas. No es moderno que haya pobres, y menos que haya tantos y tan parecidos a los que sí pueden llegar a fin de mes.

De cuando nos quisieron inculcar la fusión de la clase trabajadora y media en una sola, desde el movimiento liberal naranja, porque la media se iba haciendo cada vez mas exigua, muchos compraron el relato. El sentimiento aspiracional del español medio era ese modelo de adosado, dos coches, seguro privado de sanidad para las pequeñas cosas y vacaciones en esos rascacielos flotantes. Mientras la clase trabajadora se pauperizaba, el acceso a un trabajo estable y bien remunerado pasaba a ser una quimera, más se incidía desde algunos círculos en el disfrute de la vida, la importancia de lo instantáneo porque, claro, lo sólido se estaba desmoronando.

Y molestaba la enfermedad, la vejez y la pobreza, debíamos alejarlas de nuestra vida porque son contagiosas, se pegan a tu modelo de aspiraciones y lo destruyen. Y así, un portavoz de gobierno que se burla de los ciudadanos pobres, tan ciudadanos como él, por si se le olvida, con los mismos derechos y obligaciones reunió en la candidatura que se presentaba a casi el 45% de los votos.

Y no engañaban a nadie, venían de repartir pizzas y patatas fritas ante los niños con más necesidad económica tras los cierres de comedores escolares en la pandemia, pero el brillo de las cañas y los bares, del Madrid abierto si te lo puedes pagar ganó la partida.

Y así dicen lo que dicen, y cómo lo dicen, porque nos conocen y saben que nadie quiere un centro penitenciario cerca de casa, ni un hospital psiquiátrico, ni si me apuran, una residencia de ancianos, no son el lado brillante de la vida. Y ni con pandemias, ni guerras europeas parece que queramos quitarnos la venda, y la pobreza o la enfermedad está en otros aunque nos esperen a la vuelta de la esquina.