Opinión | EL TRIÁNGULO

La vivienda, un problema real

El acceso a la vivienda continúa siendo un problema sin resolver en nuestro país. Según una encuesta financiera del Banco de España, faltarán 600.000 pisos en 2025 por la oferta insuficiente, sobre todo para aquellos con rentas más bajas y para los jóvenes. El alquiler está por las nubes, pero es que la opción de comprar tampoco resulta mucho más factible. Independizarse es una heroicidad hoy en día para los menores de 35 y muchas veces ni siquiera ese paso contempla la posibilidad de irse solos.

Grandes grupos de inversión, en los últimos tiempos muchos mejicanos, se están haciendo con un porcentaje importante de viviendas en España para especular con ellas. Las dedican a menudo a uso turístico. Grandes fortunas también encuentran en el sur de Europa el sol, la tranquilidad, la alegría y el entretenimiento que buscan para sus vacaciones o retiro. Se instalan aquí en mansiones de lujo, sobre todo en las islas o la costa mediterránea. Mientras, los trabajadores que les sirven el café, les venden la ropa o les limpian las casas no encuentran una solución habitacional asequible. Comparten piso y aun así llegan justos a final de mes.

El porcentaje de hogares con propietarios jóvenes ha caído 37 puntos desde 2011, mucho más que en el resto de edades. El Banco de España lo atribuye a la falta de capacidad de ahorro y, por tanto, a la imposibilidad de acumular patrimonio. La riqueza en hogares donde el cabeza de familia tiene menos de 35 años ha descendido de los 27.000 a los 20.000 euros. Con todos estos datos, la entidad alerta de que las dos principales amenazas para igualdad en el futuro serán la transformación del mercado laboral como consecuencia de los avances tecnológicos y el problema de la vivienda.

Sin duda, la precariedad laboral también tiene mucho que ver. Desde hace unos años existe y se extiende esa nueva clase social de trabajadores pobres, personas que aun teniendo empleo no cobran lo suficiente para vivir, comer, pagar la vivienda y ahorrar. Pasan estrecheces, algo inconcebible en las generaciones de nuestros padres y abuelos, que encontraban en el puesto de trabajo la garantía de sostenimiento familiar hasta el final de sus días. Planificaban sus ingresos, dedicaban una parte para las vacaciones y otra para los estudios universitarios de sus hijos e, incluso, contemplaban la posibilidad de adquirir una segunda residencia en la playa. Y con frecuencia entrando un único salario en casa. Hay cosas que cambian, otras no. Los empresarios siguen quejándose de la subida del salario mínimo y las entidades financieras multiplicando por cinco o más sus beneficios.

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