Superados los dos primeros meses de competición, el Real Zaragoza tiene, sobre todo, problemas. Un problema estructural manifiesto en el club y de dimensión mayor a cualquier otro arrastrado a lo largo de todos estos años improductivos en Segunda División. Problemas de puntuación y clasificatorios. Bordea los puestos de descenso con un bagaje desolador: once puntos de 33 posibles, una victoria en once partidos y ninguna en La Romareda. Un balance que, sin embargo, no le ha despeñado. Problemas de disposición táctica. Durante varias jornadas parecía que sí, que lo había encontrado, que a la propuesta solo le faltaban un par de buenos resultados, merecidos aunque no conseguidos, para reafirmarse con fuerza, pero ha acabado siendo que no. Juan Ignacio Martínez no ha dado todavía con el modelo de juego adecuado para ganar partidos. La última prueba con un nuevo sistema ante la Ponferradina fue también infructuosa.

Problemas en la elección de los jugadores y en su ubicación sobre el campo. Especialmente en las últimas semanas, no siempre ha sido la más acertada, sacando a futbolistas de su espacio natural, reincidiendo con otros a pesar de su bajo nivel o de que su curva de rendimiento era claramente descendente, sobre todo en el centro del campo y en la punta del ataque. Problemas de productividad individual. Pocos jugadores han mantenido un tono notable constante desde el mes de agosto. Quizá solamente Jair, muy mejorado con respecto a la pasada temporada, Francés, con alguna actuación floja, y Eguaras, aunque el centrocampista está ahora algún escalón por debajo de donde estuvo. El resto ha tenido buenos días pero sin regularidad.

Problemas terribles con los delanteros. Solo Narváez ha marcado, en dos ocasiones. El resto sigue sin estrenarse después de once encuentros, una situación insostenible y que tiene condenado al Real Zaragoza con siete goles a favor, tres de ellos de penalti. Las elecciones de Miguel Torrecilla para resolver el problema heredado de la temporada pasada no han funcionado hasta el momento y están dejando en mal lugar al director deportivo, que ya falló el invierno pasado apostando por Álex Alegría, cuyos mejores tiempos pertenecían a su pasado cuando lo firmó como presunto refuerzo. Numéricamente, Álvaro Giménez y Nano Mesa están siguiendo ese mismo camino. Iván Azón les está ganando la batalla de la popularidad por su energía y productividad en un rol habitual de revulsivo, menos eficaz y llamativo cuando ha partido en el once inicial. Ni Álvaro ni Nano han hecho todavía gol. Tienen Liga y tiempo suficiente por delante para cambiar su propio destino, reivindicarse y hacerle un favor al director deportivo que los contrató. Hasta hoy el gol que fichó Torrecilla es un gol por su propia escuadra.