Quien anuncie en la cena de Nochebuena que ha decidido dejar de fumar será aplaudido por el resto de comensales, que lo felicitarán como a un triunfador sin preguntarle el motivo de tal decisión. Si esa misma persona dice que no probará el Ribera del Duero que acaban de descorchar, el gesto de sus acompañantes oscilará entre la preocupación, el desagrado o la conmiseración. Le preguntarán por qué va a hacerlo "en una noche así". Y, posiblemente, le animarán a tomar dos dedos del vino en cuestión, algo que un exalcohólico debe estar preparado para rechazar con firme contundencia.

La cultura social española, explican los expertos en adicciones, no respeta a los abstemios del alcohol, y ese detalle alcanza niveles de reto peligroso para quienes se disponen a pasar sus primeras Navidades sin probar una copa, ya que sus recursos para responder "no, gracias" con seguridad y convicción pueden ser escasos. A esto se añadirá el hecho de que el propio abstemio primerizo tampoco ha pasado un periodo navideño sin probar un trago. Deberá buscar otro inductor de alegría.

PRESIÓN SOCIAL Si el individuo en cuestión, exalcohólico recién diagnosticado, se encuentra entre los afectados por la crisis económica, o en paro laboral, conviene que sea muy consciente de que estas próximas semanas se enfrentará a un alto riesgo de recaída. "La presión social hacia el consumo de alcohol es brutal en Navidad --dice el doctor Antoni Gual, director de la Unidad de Alcohología del Hospital Clínico de Barcelona--. Todas las circunstancias conducen a una celebración alcohólica, tanto si las cosas van bien en la familia o en el trabajo, como si van mal, y negarse a brindar está mal visto. No se tolera".

La familia y los amigos aceptarán que una persona opte por ser vegetariana, y respetarán que no beba Coca-cola. En cambio, añade Gual, si asume en público que sufre dependencia alcohólica y explica que el tratamiento prioritario de esta enfermedad es la abstinencia, recibirá pocas felicitaciones. "Se acepta que el tabaco es un tóxico adictivo, pero si dices que el alcohol te hace daño, y explicas que te ha destrozado la vida, te dirán que es cosa tuya, que eso te pasa por no saber beber", afirma el médico. El exalcohólico se ve obligado a aprender a vivir en una sociedad que atribuye valores positivos a las bebidas alcohólicas, y que acepta sin apenas filtros los mensajes que ensalzan los aspectos agradables de la bebida graduada.

En Navidad se bebe más que en el resto del año, y se da una circunstancia casi perversa para el exalcohólico, explican los terapeutas: en estas fechas hay más rupturas de pareja, aumentan los conflictos con los hijos, son frecuentes las recaídas de los deprimidos y se perciben con especial lucidez las contradicciones de la existencia humana. Y todo eso, según refleja el cine, induce a beber. "Los exalcohólicos que tenemos en tratamiento (casi 500 nuevos pacientes cada año en el Clínico) saben que tan peligrosas son las Navidades como el mes siguiente --alerta Gual--. El esfuerzo hecho durante las fiestas puede conducir a un relax en el control. Pero, ojo, no se trata de que pasen las fiestas encerrados en casa".

EL REFUERZO Las terapias que ofrecen refuerzan la decisión del enfermo de no reincidir en la destrucción personal a que les condujo el alcohol --lo que se consigue no probando ni un trago de bebida alcohólica-- y le proponen habilidades para saber navegar a contracorriente en los ambientes sociales, sin perder de vista que lo hace por su bien.

"El enfermo alcohólico ha de aprender a decir ´no gracias´ cuando le dicen ´¡venga, solo un trago!´, sin dar explicaciones por su decisión", indica Gual. ´No, gracias´ es suficiente, dice, de la misma forma que no argumentas por qué no quieres más patatas fritas. "En ese momento, hay que ser escueto y firme".