El calentamiento global muestra en los últimos 10 años una cierta desaceleración, incluso un estancamiento, pese a que las emisiones de CO2 no han dejado de crecer. Por ejemplo, en lugar se batirse récords de forma constante, 1998 sigue siendo en el conjunto del planeta uno de los tres años con las temperaturas más altas del registro instrumental moderno (los otros son el 2005 y el 2010). ¿Por qué? Una investigación encabezada por científicos de EEUU y Francia cree haber encontrado el motivo: la inesperada abundancia en la atmósfera de aerosoles, pequeñas partículas sólidas que reflejan hacia el espacio la radiación solar.

Los aerosoles pueden tener un origen natural, como la ceniza volcánica, la sal del mar y la arena del desierto, pero los investigadores destacan especialmente los generados por las actividades industriales, incluida (paradójicamente) la quema de combustibles.

A partir de datos de estaciones terrestres y de satélites, los científicos, coordinados por Susan Solomon, de la NOAA (Administración de la Atmósfera de EEUU), comprobaron que los aerosoles estratosféricos habían aumentado en el periodo 2000-2010 a un ritmo del 7% anual, bastante más que el nivel de CO2, que se incrementa cada año en un 0,5%. A partir de los datos, los científicos crearon luego un programa informático para reproducir el forzamiento radiativo (el equilibrio energético entre la radiación que llega del espacio y la que es reflejada) y observaron que el incremento de los aerosoles había reducido los efectos del calentamiento en un 25% desde 1998. Los científicos, que han publicado el estudio en Science, destacan en el proceso la influencia de los óxidos de azufre procedentes de la combustión industrial del carbón y la quema de biomasa.