En Francia, la ley ya obliga a poner en las etiquetas el país de origen de los productos de alimentación, pero ahora la Agencia de la Energía ha puesto en marcha un programa para promover que los supermercados incluyan en las etiquetas la huella de carbono indicando la cantidad de CO2 generada por cada kilo de un producto desde la extracción de la materia prima hasta el consumidor. Los franceses están cada vez más concienciados gracias al movimiento locavore (alimentación local), que impulsa el consumo de productos con origen a 50 kilómetros a la redonda del puesto de venta. ELIANNE ROS