No habían pasado ni 48 horas de la confirmación de que Teresa Romero tenía el virus del ébola, cuando las autoridades sanitarias de la Comunidad de Madrid mandaron comparecer al jefe de medicina interna de La Paz, Germán Ramírez, para explicar que la auxiliar de enfermería le había confesado "hasta en tres ocasiones" que se rozó la cara con un guante. Pero el viernes pasado la paciente, en la primera conversación telefónica con su marido, aseguró no recordar haber hablado con nadie de un guante y remarcó que había hecho las cosas bien en la habitación donde se contagió.

Llegados a este punto, los responsables del Ministerio de Sanidad descartan poder llegar a acreditar cómo se contagió Romero. "Nadie va a poner en cuestión la palabra de Teresa Romero. Y si ella dice ahora que no recuerda haberse rozado la cara con un guante, nadie va a salir a llevarle la contraria porque en este caso lo único que vale es la palabra de la paciente", indicaron fuentes ministeriales.

INTERROGATORIOS Que se asuma la imposibilidad de concretar cómo se pudo contagiar la paciente no quita que se esté elaborando un exhaustivo informe con la secuencia cronológica de todo lo ocurrido a partir de la repatriación del segundo misionero, Antonio García Viejo, fallecido el 25 de septiembre, tres días después de su hospitalización.

Esa investigación la está coordinando el jefe de la unidad de enfermedades infecciosas del complejo hospitalario La Paz-Carlos III, José Ramón Aribas. Para ello se está preguntando a todo el personal que trabajó con los dos misioneros repatriados y que fallecieron en el Carlos III. Ninguna de las cámaras de seguridad que permiten controlar a través de monitores todo lo que ocurre en la habitación número 8 del Carlos III, la misma que ocupa ahora Romero, graba. Ni antes ni ahora. Por lo tanto será imposible acreditar cualquier posible error en el momento de quitarse el traje. Para los investigadores es importante concretar si en las dos ocasiones en que Romero entró en la habitación de García Viejo, una para asearle y otra para retirar material desechable, cuando ya no estaba el cadáver del religioso, lo hizo acompañada de otro sanitario, como está protocolarizado. Y si en el momento de dejar la habitación se desprendió del traje guiada por algún compañero que la vigilaba tras el cristal que permite ver la esclusa.

Microbiólogos y epidemiólogos exigieron en su momento que se investigara el caso con criterio científico para localizar el fallo causante del contagio cara a corregirlo. Probablemente su petición quedará insatisfecha. Al menos por Sanidad.