Dicen que Zaragoza volvió a mirar al Ebro en la Expo del Agua de 2008, aunque en realidad la ciudad siempre puso sus ojos sobre él en las crónicas de sucesos. Desapariciones, crímenes o accidentes son algunas de las crónicas en las que el río más largo de España, que no de la Península Ibérica, ha sido parte de una historia en la que el cuerpo de Bomberos de la capital ha sido una pieza fundamental. En la retina de los más mayores está aún aquel año 1971 en el que diez de los 52 pasajeros de un autobús, la mayoría españoles que trabajaban en Suiza y que volvían a España para pasar la Navidad en familia, fueron rescatados con vida de las aguas tras caer a la zona conocida como el Pozo de San Lázaro. Fue en la madrugada del 19 diciembre y con unos medios materiales muy diferentes a los actuales, tan solo tenían solo dos lanchas. Nueve cadáveres (cinco de ellos de niños) nunca los devolvieron sus aguas.

Un siniestro que en generaciones posteriores de los Bomberos de Zaragoza sigue estando muy presente, tal y como reconoce José María Tabuenca, jefe de Intervención y Coordinador de Buceo de este cuerpo y que ha sido uno de los responsables del operativo de búsqueda de Karim, el menor de 13 años que hace una semana fue engullido en la zona del embarcadero de Ranillas y que fue rescatado ya cadáver cinco días después tras salir a flote su cuerpo y ser visualizado por miembros de la Unidad de Apoyo Operativo (UAPO) de la Policía Local en un dispositivo en el que participó también la Policía Nacional y el Ejército.

Tabuenca lleva 32 años junto al río Ebro. Empezó como lanchista y reconoce que la búsqueda es «a ciegas». Destaca este sentido, pero no es el único que pierden al zambullirse. De hecho, trabajan con el tacto, siendo capaces de desarrollarlo hasta tal punto que con los pies adivinan los objetos que hay. Cuando buscaban a Karim reconocieron pelotas, animales muertos e incluso móviles, si bien ellos estaban centrados en el vecino del zaragozano barrio de El Gancho.

Poca visibilidad

«En verano es cuando menos se ve porque hay poco caudal, siendo el protagonista el barro y las algas», recalca Tabuenca, quien destaca que en la zona en la que se perdió la pista del menor «la visibilidad era similar a la longitud de un brazo», si bien al segundo día se complicó con la tormenta que hubo. Una circunstancia que destaca también Óscar Gonzalo, instructor de salvamento acuático, quien explica que se notaba el barro y suciedad canalizado por el sistema de tuberías de aguas pluviales que deriva en el río.

En las inmersiones siempre van dos, siempre unidos por cabos de guía y cuerdas. Es tal la compenetración que entre ellos tienen su propio sistema de comunicación a base de toques. «Es una especie de sexto sentido debajo del agua, nos damos señas y con eso nos es suficiente», recalca Tabuenca.

Un buceador de los Bomberos de Zaragoza durante la búsqueda del niño Karim la semana pasada JAIME GALINDO

Para llegar a desarrollarlo se necesita experiencia y muchas horas de formación. Gonzalo, que lleva 15 años, destaca que los 49 buceadores del Cuerpo de Bomberos de Zaragoza pasan no solo la prueba de selección, sino que tiene que realizar un curso de buceador profesional de 280 horas, otro de 90 horas y las inmersiones periódicas. Pasan más horas en el agua que en tierra firme.

Pero pese a esa experiencia, tanto Tabuenca como Gonzalo coinciden en reconocer que el Ebro «es un desconocido». «Buscando a Karim pasé por una zona en la que había unas gravas en las que llegaba a hacer pie y a los dos días me hundía», señala el primero de ellos. «En 15 días parece otro», añade Gonzalo.

Una realidad que responde en buena parte a las corrientes del río. «Parece muy tranquilo, pero engaña, internamente tiene muchísima potencia», recalca el jefe de Intervención y Coordinador de Buceo de los Bomberos de Zaragoza. Muestra de ello es que el segundo día de la búsqueda del menor de 13 años, tras la tormenta, la velocidad estaba en el límite para ser peligroso el buceo. En menos de una hora el caudal pasó de 60 metros cúbicos a 90.

«Hay que tener cuidado porque los rescatadores no podemos ser los rescatados», añade el instructor de salvamento acuático del cuerpo de emergencias municipal, quien destaca que entre sus tareas siempre está determinar dónde se puede bucear o calcular las descompresiones en zonas de profundidad.

Estos dos especialistas también coinciden en aseverar que no solo el Ebro cambia, sino que en sus años de experiencia también han cambiado mucho los medios. Sin ir más lejos lo ocurrido con la primera gran búsqueda en la que se han empleado drones. También tienen motos acuáticas o el robot subacuático de Pontoneros. Todo ayuda a la hora de buscar a personas que se sabe que están en el río o que se sospecha que pueden estar. Hay de todo.

Rescate de un autobús que cayó al Ebro de madrugada en 1971 GRAN ARCHIVO ZARAGOZA ANTIGUA

El antecedente más similar al de Karim tuvo lugar en julio de 2004. Tras más de 20 horas de intensa búsqueda y casi dos días de incertidumbre, los buceadores de los Bomberos de Zaragoza encontraron el cuerpo sin vida de Luis Iván, de 15 años. El hallazgo se produjo a escasos metros del lugar donde se le vio por última vez, en el meandro de Ranillas, frente al Parque Deportivo Ebro ante la mirada de su familia.

El tiempo que un cadáver tarda en salir a flote va, según Tabuenca, desde los cuatro días a una semana. Depende, especialmente de la temperatura del agua y del volumen corporal de la persona. La construcción del azud provocó una barrera útil, aunque las corrientes pueden llevar a que los cuerpos lo sobrepasen, si bien la presa de Pina de Ebro es un lugar para la esperanza.

Allí siempre suelen encontrarse, hasta el punto que la Guardia Civil descubrió que se había cometido un crimen en el zaragozano barrio de Las Fuentes tras el hallazgo de una pierna en este lugar. El autor había descuartizado a su pareja, la había guardado en un congelador y tenía previsto deshacerse del cuerpo por fases. Fue en junio de 2013. También es un lugar de rastreo en casos de ancianos desaparecidos.

Pero no todos los rescates en el Ebro son finales trágicos. También ha habido intervenciones como la de los accidentes del Ebrobús, cuando Zaragoza gozaba de un Ebro navegable, en los que la historia acabó en abrazos y agradecimientos.