Han pasado nueve años del asesinato y posterior descuartizamiento de Pilar Cebrián, de 52 años, y todavía sigue siendo una incógnita dónde están sus restos. El crimen ocurrió en la casa familiar de Ricla, un municipio a 40 minutos de Zaragoza en coche, distancia que el homicida, su esposo y padre de sus dos hijos, Antonio Losilla, hizo diseminando su cadáver. Esa fue su confesión inicial que le valió al jurado popular para declararle culpable y para imponerle una condena de 14 años de cárcel por un delito de homicidio y un año más por falsedad documental. Luego se desdijo y acusó al Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón y a la Justicia en general de un complot en su contra.

En la actualidad está en el centro penitenciario de Zuera en un módulo de respeto, donde, según fuentes penitenciarias, se ha ganado la confianza de sus compañeros a los que, incluso, les ayuda con el español. El mes pasado pidió conmutar con trabajos en beneficio de la comunidad la multa que tenía que pagar por falsificar unos documentos con la firma de Pilar para sacar un beneficio económico de su muerte. La Audiencia de Zaragoza acaba de concedérselo.

Losilla se llegó a jactar de que "sin cuerpo no había delito" y se mofó de José Bretón

El nombre de Pilar Cebrián está ligado desde el inicio a la desaparición, incluso se incluyó en los listados de Interpol. Así se trató el caso tras la denuncia que realizó el propio Losilla ante la Policía Nacional. Fue 22 días después de la muerte violenta, tras recibir una llamada de los Mossos d’Escuadra a resultas de una denuncia de un primo de ella. Un tiempo que invirtió en deshacerse del cadáver y también en montarse una coartada. De hecho, Losilla se llegó a jactar de que "sin cuerpo no había delito" y se mofó de José Bretón, responsable de asesinar a sus hijos en Córdoba, por dejar los huesos en una finca familiar, en 2011. Pero Losilla cometió errores. Hasta 79 indicios inculpatorios, llegó a enumerar Homicidios. Como explicó en su día el responsable de la investigación, Antonio Longarón: “no hay crimen perfecto porque siempre cometen errores”. El primero de Losilla fue ir la comisaría y en vez de señalar que su mujer había desaparecido, tal y como defendió posteriormente, lo primero que contó es que le habían robado 5.000 euros y que su mujer se había ido.

A la izquierda, una imagen de Pilar Cebrián. A la izquie, la Policía Nacional durante las tareas de búsqueda.

Curiosos fueron los momentos en que, día sí y día también, Losilla pedía ver a los policías que llevaban el caso de su mujer. Una actitud que extrañó a los agentes que llegaron a pedir consejo de los psicólogos del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) para que les asesoraran. Sospechaban de él y le siguieron la pista hasta que fue detenido en octubre del 2012, seis meses después del comienzo de las pesquisas. Su arresto se precipitó por el hallazgo de una bolsa de basura que contenía la cabeza de una persona. Se trataba de otra mujer, Vanesa Barrado, que fue asesinada por su pareja ese mismo año.

“Hice paquetes pequeños para no levantar sospecha”

La entrada y registro en la vivienda, escena del crimen, en Ricla, marcó un antes y un después. Allí, mientras la Policía Nacional miraba hasta las tuberías, Losilla confesó el crimen: “Yo le fui a quitar la joya que llevaba en la mano, con una mano se la quité y con la otra le empujé, y se cayó y se dio con la manilla”, recordó, mientras recalcó que “tenía sangre en la nariz, pero muy poca, y en la oreja”.

Sobre cómo se deshizo del cadáver también dio detalles: “Como era delgada, no tuve problemas y sin arrastrar la traje hasta aquí (la bodega de la vivienda), esperé un poco más y empecé a diseccionarla. Hice paquetes pequeños para que no levantara sospecha y las partes internas, como tiene tanto parecido con la de cualquier animal, las eché por aquí, por el pueblo”.

Antonio Losilla.

Una declaración grabada en vídeo que fue estudiada por la Unidad de Inteligencia Criminal del Cuerpo Nacional de Policía, que destacó que Antonio Losilla “trivializó el momento que estaba viviendo y que intentó dar credibilidad a su relato”. Resaltaron su posición de “distanciamiento de los hechos”.

Los expertos policiales afirmaron también que el hombre dijo “me acojoné”, informando de las consecuencias emocionales del resultado de su acción, pero no de cuál fue, que no debía ser otro sino constatar que Pilar estaba muerta. “Se resistió a pronunciar en alto el resultado del fallecimiento, aunque mentalmente lo asumió”, concluyeron los investigadores, mientras añadieron: “suspira profundamente y aunque habla al secretario judicial, su mirada está perdida, posiblemente recordando y visualizando los acontecimientos que relata”.

Crimen planificado

Losilla lo planificó todo. Como elementos preparatorios destaca la compra de un desatascador químico y tres botes de espuma de poliuretano que, según éste, eran para reparar el tejado y para desatascar el baño ya que a su hija se le cae mucho el pelo, pero posteriormente se averiguó que hizo una limpieza exhaustiva del garaje, empleando dicho producto en el desagüe. El Grupo de Homicidios de la Policía Nacional entendió que fue ahí donde Losilla descuartizó a su esposa y donde después la Policía Científica halló sangre en las tuberías que coincidía con el perfil genético de Pilar Cebrián.

Agentes de la Policía durante la búsqueda de Pilar Cebrián cerca de su casa en Ricla.

Tras matarla, Losilla se dedicó a ligar: "Quiero quedar con una chica de 45-55 años", escribió en la red de contactos Badoo. También dio una lista de sus aficiones, desde las más genéricas, como el deporte, los viajes, los libros, la naturaleza y ser feliz, a otras más precisas, como Telepizza, los Rolling Stones, Eros Ramazzoti y tomar café con los amigos. A la hora de dar un retrato más cercano de su persona se definía como "sincero, afable y cariñoso", pero no ocultaba que se considera "mal amante". En cuanto a la compañera ideal, pedía una persona "extrovertida, cariñosa, afable y buena conversadora".

Narcisista y con rasgos psicopáticos

Las psicólogas del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) estudiaron los correos y conversaciones del acusado, definiendo a Losilla como una persona "narcisista", "dominante" y con "rasgos psicopáticos". Características a las que si se le suma su carácter "machista" y el descubrimiento de una infidelidad por parte de la víctima, "fueron un cóctel molotov de muy alto riesgo de un caso de violencia de género". Les llamó la atención, también, el hecho de que Losilla se riese al exponer que "si no hay cuerpo, no hay delito". "Esa risa es incongruente con el contenido y eso tiene componente de ocultar la emoción real", destacaron.

Buscaron a Pilar en el cerebro de Losilla

¿Dónde está Pilar? Es la eterna pregunta en este caso. La espinita que el Grupo de Homicidios tiene aún clavada y eso que consiguieron no solo sentar en el banquillo a Losilla, sino que fuera condenado por homicidio pese a no haber cadáver. Todo ello gracias a pruebas contundentes.

Para dar con el paradero de la mujer entraron hasta en el cerebro del acusado. Le realizaron la prueba neurológica P-300 (el test de la verdad), que luego se realizaría a Miguel Carcaño para intentar encontrar los restos de Marta del Castillo en Sevilla o al exmiembro del GRAPO, Fernando Silva Sande, para buscar el cuerpo del empresario zaragozano Publio Cordón.

Los resultados de prueba neurológica P-300 (el test de la verdad) que se le realizó a Losilla activaron un dispositivo de rastreo en el que intervino hasta el Ejército.

Los resultados de esa prueba activaron un dispositivo de rastreo en el que intervino hasta el Ejército, pero nada se encontró de Pilar. Ni en un antiguo nevero cercano a la casa de Ricla en la que se cometió el crimen, ni en las vías del AVE. Ambos emplazamientos estaban en la memoria de Losilla.

También se le buscó en las obras del embalse de Mularroya, en Morata de Jalón, cerca de Ricla. La Policía Nacional creyó que estos trabajos en la zona podrían suponer un lugar idóneo para ocultar un cuerpo que sería difícilmente recuperado. Se basaron para ello en los diferentes posicionamientos del teléfono móvil de Losilla y tuvieron en cuenta que era una zona totalmente diferente de las habituales de los quehaceres cotidianos del asesino.

Esto conllevó que la Audiencia de Zaragoza le condenara por un delito contra la integridad moral por el daño ocasionado a los hijos al no poder enterrar a su madre. Un logro conseguido por las abogadas de la acusación, Soraya Laborda y Laura Vela, que hubiera creado jurisprudencia, aunque el Tribunal Supremo lo tumbó más tarde.

Pese a todo, sin cadáver hay delito. Que se lo pregunten a Losilla, a la Policía Nacional y a los forenses.