Fue ministro de Educación y Defensa con Felipe González y desde el año 2018 es presidente de Unicef en España. Este miércoles ha participado en Huesca en el I Encuentro de Escuelas Unidas de Unicef.

-La pobreza infantil también afecta a los países desarrollados.

-Por supuesto. De hecho, hay más de 75 millones de pobres que viven en los 41 países más ricos del planeta. La pobreza llega a todas las partes del mundo, aunque obviamente es una pobreza diferente. En los países desarrollados, por ejemplo, los niños quizá pueden comer una vez al día, pero no tienen acceso a una alimentación sana o viven sin calefacción. Incluso en un país como el nuestro, casi uno de cada tres niños vive en situación de pobreza o en riesgo de exclusión. Este es uno de los primeros temas en que estamos concienciando a la sociedad española desde Unicef. Los poderes públicos han respondido por ejemplo con la creación del alto comisionado para la lucha contra la pobreza infantil, pero aún queda mucho por hacer.

-¿La situación en España es peor que hace unos años?

-En España el impacto de la crisis del 2008 fue muy importante y aún no nos hemos recuperado del todo. Está claro que todo esto está influyendo de forma directa.

-¿Es tolerable éticamente que los derechos de miles de niños se vulneren cada día?

-Es evidente que no. En este sentido nos preocupa mucho que actualmente hay más conflictos abiertos en el mundo que hace 30 años. La humanidad no lo puede permitir, porque esos conflictos, además de muertes, provocan grandes desplazamientos de población y desarraigos profundos.

-¿Los países desarrollados hacen todo lo que está en su mano?

-Podrían hacer más. A corto plazo lo que tenemos que hacer es atender a los colectivos que están en campos de refugiados y que tienen problemas de alimentación e higiene. Esto es lo que intenta hacer Unicef con las organizaciones que trabajan con nosotros sobre el terreno. Pero a medio plazo la comunidad internacional tiene que tomar conciencia porque esto no lo puede solucionar solo un grupo de países. Es un problema que está condicionando el futuro de las generaciones jóvenes de todo el planeta. Aunque todavía no lo notemos aquí acabará afectando a los países desarrollados.

-En el fondo es una cuestión de dinero.

-Sí, pero también de conciencia social. Todo influye cuando se toman las grandes decisiones que afectan a la comunidad internacional.

-¿Le preocupa la deriva que está tomando todo el tema de los menores extranjeros no acompañados?

-Por supuesto. Actualmente es una de las primeras preocupaciones de Unicef. No tiene sentido que se estigmatice a jóvenes que pertenecen a uno de los grupos más vulnerables y que han llegado a España en busca de una vida mejor. A veces se les está estigmatizando sin razón acusándoles de determinados agravios y eso es un grave riesgo. Por eso es necesario coordinar planes en toda España. No puede ser que un país que tiene 8,2 millones de jóvenes no sea capaz de solucionar el problema de 13.000 menores no acompañados que hay en España, chicos que además están emocionalmente destruidos.