Laurent Castagnet, el baterista de Loquillo, llegó a España desde su Nimes natal para acompañar a Miguel Ríos en su gira de 1989. Un año después se afincó en Zaragoza y desde 2006 vive en Torralba de los Sisones. Tras un año casi en blanco, está deseando volver a los escenarios

¿Qué hace un músico francés, que además es baterista de Loquillo, en un pueblo de Teruel como Torralba de los Sisones?

Escapar. Huir de la ciudad y del mogollón. Soy un salvaje autosuficiente y entendí que retirarme a un pueblo de la España vaciada era el escenario perfecto para mí, más cuando, por otro lado, vivo la vorágine de las giras. Vivir en un pueblo es perfecto para contrarrestar y aguantar ese tren de vida. Y aquí llevo desde 2006.

¿Y cómo llegó a España y a Aragón?

Llegué a España en 1989 para tocar en una gira de Miguel Ríos. El amor me llevó a instalarme en Zaragoza en 1990. Ahí empezó mi historia con Aragón. Desde el 90 al 2006 viví en Zaragoza y luego me vine a Torralba. Aragón es mi tierra, me siento como en casa. Realmente ya no me siento muy francés y sé que no volveré a Francia, que acabaré en esta tierra.

Además de Miguel Ríos y Loquillo, su trayectoria profesional incluye nombres como Rosario, Manolo Tena, Martirio... pero en su etapa en Zaragoza hubo un momento que parecía haber dejado a un lado todo este mundo. ¿Qué le hizo volver?

Las giras eran agotadoras y pensé que lo mejor era retirarme y llevar una vida más tranquila. En Zaragoza tocaba, por ejemplo, con Los Especialistas, que eran amigos y era algo cercano. Pero todo pasa y me llamó Loquillo y no pude decir que no pues en ese momento vivía una época de fatiga, musicalmente no pasaba gran cosa, era un tiempo de mucha fiesta y difícil económicamente, por lo que no lo dudé. Volví al rocanrol.

Usted ha cultivado muchos géneros, pero cuando habla del rocanrol lo hace con pasión.

Si. En los dedos de mi mano llevo tatuadas las letras r s m v, que es el rock salvó mi vida, y la sigue salvando. Y es que siempre que me he alejado de él, como en Francia con el jazz y música improvisada las cosas no han ido del todo bien. El rock siempre ha llamado a mi puerta para salvarme. Por ejemplo, cuando vine con Miguel Ríos, pasé a ganar en una noche lo que en Francia ganaba en un mes. Así que vi que mi camino era ese, por eso digo que el rock salvó mi vida. Es la música con la que me siento pleno y verdadero.

Cuando se decretó el confinamiento, estaba a punto de iniciar con Loquillo una gira que quedó truncada. ¿Tendrá ganas de volver a los escenarios?

Muchas. Ha sido un año estresante y deprimente. Además con el Loco somos una auténtica familia, nos queremos y volver a tocar juntos es también una necesidad emocional. Volvemos en junio y hay ganas de tocar y de cobrar, pues en eso sí que en Francia hay un régimen del artista que permite mantenerte, pero aquí, si no tocas estás en la calle y es complicado.

Más allá de sus actuaciones, imparte talleres en la Fundación Atención Temprana ¿Qué supone esta experiencia?

Algo muy especial, enriquecedor. La fundación trabaja con niños con problemas de comunicación y ver cómo la música, la percusión y el ritmo puede ayudarles en su progresión, las reacciones que les provoca, es fascinante. Te sientes un gigante cuando ves a una niña que no articulaba palabras como empieza a bailar y a cantar. Nunca pensé que podía utilizar la música desde esta perspectiva, pero tiene un poder tremendo.