Era un cumpleaños infantil, pero la llegada de un invitado sorpresa cambió todos los planes. El animal se subió a la mesa y empezó a comerse toda la comida a escasos centímetros de madre e hijo. La situación era angustiosa porque Santiago, que así se llama, el pequeño tiene pavor a los animales. Por fortuna, el plantígrado no estuvo mucho tiempo alimentándose y todo acabó en una anécdota que contar a los amigos.