Troncos, ramas, farolas, papeleras, espejos, algún que otro animal, colchones, bancos y un sinfín de cosas de lo más insospechado. La ribera es el desguace de los restos de la avenida. Los 2.600 metros cúbicos por segundo --y 6,10 metros de altura-- que alcanzó el Ebro tienen sus consecuencias, además de millones de fotos subidas a las redes sociales

Durante las próximas 36 semanas los operarios de la brigada de limpieza de FCC tratarán de devolver la normalidad al paseo ribereño de Zaragoza. Desde FCC calculan que solo con esta riada acumularán hasta 35 toneladas de residuos.

Con una altura de 2,69 metros y un caudal de 745 metros cúbicos por segundo, el río sigue siendo el protagonista en la ciudad. En los garajes de los números 48 y 50-52 de la avenida Almozara se repiten cuatro palabras: río, inundación, tsunami y desastre. No importa la frase que se escuche que siempre nombran una.

El Ebro ha mostrado su peor cara en estas dos comunidades. Con la rotura del muro del club Tiro Pichón, el río se llevó por delante las paredes de estos garajes. Primero de los trasteros y segundo del muro que separa uno de otro. Se inundaron por completo. La altura del agua superó los dos metros, rozando el techo.

SIN TRASTEROS

Ángel Ibáñez, del número 48, enseña la puerta de su trastero. Está en la rampa de acceso tanto del garaje como de los cuartos, junto a balones de fútbol pinchados, botellas de aceite o restos de cajas de CD. Habían flotado hasta ahí con la fuerza del agua que previamente había arrasado con las paredes de ladrillo de la mayoría de los trasteros.

Según Ibáñez, los vecinos tienen que asumir las labores de limpieza y arreglo de las instalaciones y, a futuro --"no sabemos cuándo, a saber"-- el Consorcio pagará el coste de la reparación. En esta comunidad hay alrededor de ocho trasteros sin pared y la zona de aparcamientos cubierta de lodo.

Sus vecinos, los del número 50-52, todavía están peor. En la rampa de entrada está Gregorio Aragón con su mujer limpiando con una manguera la maquinaría que guardaba en su trastero, ahora sucia por el barro. Entre 30 y 40 trasteros han quedado al descubierto después de que el agua reventara sus muros. Los residentes llevan tres días limpiando. O más bien, metiendo en bolsas y sacos todo aquello que han perdido.

Era el caso de la mujer de Ángel Serrano. Con su delantal puesto ayuda a su hija a vaciar el agua que queda en el interior. Lloraba solo de pensar en los recuerdos que había perdido como las colchas de ganchillo o las fotos de sus familiares. "Es que eran de ganchillo y hechas a mano", insiste.

Otros, como Dámaso López se lo tomaban con paciencia. Con una linterna colgada en el pecho --están sin luz-- decía que "por suerte, no se suelen guardan cosas de valor. Lo que podamos recuperar irá al pueblo y el resto, al contenedor".

En el paseo de la Ribera los vecinos siguen sacando agua de sus garajes y trasteros. Y en los del Actur se mantiene el palmo de agua en muchos a pesar de haber realizado labores de achique. En la zona del Arrabal todavía hay una treintena de comunidades que siguen sin poder usar los ascensores, con el consiguiente problema para las personas de movilidad reducida.

Uno de los más afectados en Zaragoza por la crecida del Ebro es Victor Garros. Su empresa de material de construcción y decoración de interiores, de 1.600 metros cuadros y situada en la avenida Almozara, se inundó sin piedad. Ayer pudo entrar por primera vez. Su interior es el reflejo de la brutalidad del agua. Todo es barro y nada está en su sitio. Prácticamente tendrá que tirar el 80% de lo que tenía.

Garros temblaba solo de pensar que igual tiene que cerrar el negocio familiar. La empresa la fundó su bisabuelo en 1903. Ayer era su cumpleaños y se pasó el día cargando contenedores del material perdido. El agua superó en un metro la del 2013.