El Real Zaragoza arrastra defectos desde que comenzó la temporada, detalles que en el primer tramo de la competición se consideraban imperfecciones propias de un equipo en construcción pero que han acabado por convertirse en un problemón, sobre todo las relativas al gol. Ha marcado 25, son pocos: 15 procedentes de un balón parado; 10, solo 10, tras una jugada. Las carencias se hallan por segmentos, pero en Primera ya se sabe que quienes no consiguen resolver sus dificultades en el área rival suelen caer.

Se esperaba que el tiempo y el trabajo ayudaran a subsanar las carencias en las bandas, los desajustes en el centro de la defensa, la falta de presencia en la medular, los graves desarreglos defensivos en las jugadas de estrategia o las dificultades para dirigir un ataque ordenado. Mal que bien, el conjunto de Jiménez fue encontrando vías de solución hasta construir un camino que le dio rédito, sobre todo fuera de casa, durante casi la mitad de la Liga.

Ahora se ha derrumbado, también lejos de La Romareda. La falta de fútbol le aleja del área rival, por consiguiente del gol. Solo diez tantos en jugada en 26 jornadas constatan las carencias futbolísticas, la falta de combinación y de llegada, las dificultades para generar fútbol. Es un dato terrible que debe sepultar cuanto antes. Con este ritmo anotador en jugada, que ha empeora conforme avanza la campaña, tendrá la salvación casi imposible. Los registros a balón parado, buenos, aparentemente no le bastarían.

Lejos de La Romareda, el conjunto aragonés supo, en principio, cimentar un estilo con el que se sentía cómodo y hallaba resultados con cierta frecuencia. El rendimiento era suficiente, en cualquier caso, pese a que ante su afición no acababa de encontrar la fórmula. Todo siguió un transcurso pausado hasta que cerró el año en San Mamés. Allí consiguió la última victoria liguera, hace ya dos meses y medio, en la que probablemente supuso la mejor representación de la campaña. Compuso fútbol a la contra y dominó casi todas las facetas del juego. Dibujó un escenario parecido al de Vallecas o Granada. Marcó de penalti, también de jugada.

Así permitió soñar con un año de paz. 17 jornadas, 22 puntos, 20 goles a favor y 24 en contra dejó como resumen. Pero con el 2013 llegó el atasco. Nueve partidos, ninguna victoria, solo tres puntos. El registro anotador, además, que se situaba por encima de un gol de media por partido, empezó a caer hasta situarse en poco más de medio tanto por encuentro. Ese cociente es descenso, directamente.

Las cinco dianas en nueve jornadas disputadas desde que se inició el año demuestran dónde se halla el problema fundamental del equipo. No es capaz de hacer goles porque no genera fútbol, lo que le condena a sobrevivir de las jugadas a balón parado, que le han dado dos de los tres puntos sumados este año, ante el Valencia (2-2) y el Málaga (1-1). El otro llegó en el 0-0 ante el Espanyol en La Romareda.

En su fútbol, más bien en su falta de fútbol, se explica la anormalidad ofensiva. Solo un tanto en jugada desde que arrancó la mala racha al tiempo que el año: el que le marcó Montañés al Betis, que no le sirvió para sumar, además (1-2). Sin gol no hay fútbol. Sin fútbol no hay gol.