Hubo un tiempo, no muy lejano, en que el Real Zaragoza ganaba al Barcelona con cierta asiduidad. Al Barça de verdad, al de los buenos, le miraba a la cara con la frente alta. Igual le daba que estuviera Maradona que Rivaldo, Cruyff que Ronaldinho. Iba y competía de tú a tú, un hecho que, bien es sabido, hace tiempo que dejó de suceder. En los últimos años comenzó a valer con presentarse. El 3-1 del curso pasado en el Camp Nou, sin ir más lejos, fue un resultado dulce para algunos de los que jugaron ese partido, a la vista de otros atropellos bien recientes sucedidos en Les Corts. Ayer, en ese pertinaz camino hacia la destrucción total, el equipo aragonés cerró el círculo demostrando al mundo zaragocista que es peor que la muchachada azulgrana del B.

La cuadrilla de lampiños que conforman un equipo con 19 años de edad media le pegaron un meneo durante un buen rato, con el balón en los pies, fieles a un estilo. Luego salió Paco Herrera, que se pasó toda la pretemporada hablando del juego de toque y de la belleza del fútbol y dice que igual se ha equivocado, que a lo mejor hay que hacer un fútbol más barroco. Que no se piense nadie que quería decir pomposo o recargado en el gusto. No, no. Lo que quería decir era lo de la patada y el gorrazo.

Está a medio camino, desde luego, de completar la metamorfosis. Ayer ya endureció el centro del campo situando a José Mari junto a Paglialunga. Él lo llamará fortalecer, o vigorizar, pero la realidad es que se debilitó en cuanto a fútbol. Aún menos, sí, que en las dos primeras jornadas. Un par de ocasiones en la primera mitad, solo faltaba. Nada más. El balón siempre fue del Barça, rondando el 70 % de posesión. Eso lo hizo el equipo que quiere ascender a Primera, no el que está aprendiendo.

Lo peor, además, es que el miedo va inclinando también al entrenador, tan convencido como estaba, y ya habla de cambiar de filosofía. E insiste en que quiere un central, cuando lo que le hace falta es un centrocampista. Lo ve cualquiera, vamos. Tiene dos para cortar y pegar (Paglialunga y José Mari), además de Movilla, otro que tal. Nada más. Luis García, Víctor y compañía son delanteros, y Barkero, que parece un muerto, pues casi. Ni una micra de imaginación en la longitud del fútbol, pero ya se anda pensando en hacer los partidos feos, en tirar de experiencia, en sacar la guadaña en lugar de balón. ¿Algo de fútbol? No. Que medite. Puede tener claro que sin arte no ascenderá.

Queda tiempo, es cierto, va a dar para bailes y entierros, pero hay un pequeño detalle que no se puede pasar por alto: la gente está harta y percibe las mentiras a la legua. Así que, en cuanto se huela que llegan las excusas comunes, los eufemismos, se va a tirar al cuello. ¿Volver a sonreír? Va para largo.