Se ha convertido casi en una tradición el paso de la selección española por Zaragoza cuando va camino de alguna conquista. La ciudad se quedó sin Mundial el pasado año por aquello de la crisis, pero la pasión se mantiene intacta y ayer los basket lovers zaragozanos reventaron el pabellón Príncipe Felipe --aún se llama así-- para despedir al equipo de Sergio Scariolo camino del Eurobasket que comienza para España el sábado ante Serbia en Berlín. Se impuso el rojo en las gradas y en la pista para sumar el séptimo triunfo consecutivo de la preparación, esta vez en un partido más bien feo ante la fornida República Checa (81-68). La diferencia la puso el genio de Pau Gasol, piedra angular de un conjunto que, sin duda, no luce el talento de años atrás, pero que fascina al público allá donde va.

Zaragoza se entregó a su selección desde bien pronto. A la gente le chifla todo lo que rodea este espectáculo, dentro y fuera de la cancha. Así que el equipo lleva el viento de cola desde que llega al pabellón. La gente se agolpa para ver bajar a Gasol del autocar, para ver al Chacho Rodríguez guiñar un ojo, a Rudy levantar un pulgar. Todo vuelve a la salida. Las caras de felicidad se repiten ciudad tras ciudad para ver a estos muchachos que caen bien, que consiguen que el baloncesto sea casi lo de menos. Es así durante buenos ratos, cuando vuelan balones y regalos desde la pista hasta las gradas, cuando sonríen las cheerleaders, cuando una gimnasta se afila pasando por el aro u otros hacen acrobacias entre altos decibelios.

Eso ocurrió en Zaragoza, lo del baloncesto, que fue lo de menos aunque a alguno en el banquillo se le torciera el gesto. Se vio una España plomiza, quizá conservadora, consciente como es de que el Eurobasket está a la vuelta de la esquina. Hubo poca magia en la pista y no desatascó del todo el marcador hasta que no llegó el último cuarto. Lo mejor lo hizo Pau Gasol, con su temperamento ganador, su carácter contagioso y sus extraordinarios números. Casi un juego de niños. En 21 minutos sumó 18 puntos, 12 rebotes y tres tapones. Total: 36 de valoración. Se fue del partido a 2.33 del final del tercer cuarto y ya no volvió. Era la hora de premiar a Pablo Aguilar.

El excapitán del CAI se comió las uñas durante casi tres cuartos esperando la señal de Scariolo. Después jugó los 12 minutos y medio que quedaban, anotó dos triples consecutivos y llegó a los nueve puntos. Sonrió otra vez Aguilar en el Príncipe Felipe, en la ciudad que considera su casa, ante la que es su gente, la misma que despidió una vez más a la selección camino de un reto que cada año parece más difícil. Lo dice la edad que van sumando sus estrellas, aunque a Gasol eso le da igual.