En noviembre del 2009 fue Fort Hood, en Texas, donde un soldado había asesinado a 13 compañeros de filas. Año y medio después llegó la visita a Tucson (Arizona), donde un joven mató a seis personas e hirió a 13 en enero del 2011, incluyendo a la congresista demócrata Gabrielle Giffords, que aún se recupera de las lesiones provocadas por una bala en el cerebro. En julio de este año el viaje fue a Aurora (Colorado), donde 12 personas murieron en un cine. Hoy, para el presidente estadounidense, Barack Obama, el destino es Newtown (Connecticut), escenario de la última masacre con armas de fuego en Estados Unidos, una tragedia especialmente emocional al ser 20 de las 27 víctimas niños de 6 y 7 años.

El presidente se reúne primero hoy en privado con las familias de las víctimas y con trabajadores de emergencia y por la tarde participará y ofrecerá unas palabras en un servicio religioso multiconfesional en el instituto de Newtown, a escasa distancia de la escuela primaria Sandy Hook donde Adam Lanza desarrolló el viernes la cruenta matanza.

La visita presidencial ha incrementado el caos circulatorio en Church Hill Road, una de las arterias de la pequeña ciudad de Newtown, que continúa combinando los esfuerzos por recuperar la normalidad con el luto por la tragedia. El sábado por la noche, por ejemplo, se mantuvo la escenificación de un belén viviente programado desde hace tiempo en la iglesia católica Santa Rosa de Lima y padres como Juanita Hall llevaban a sus hijos a disfrutar de la música y los animales (camello, burro, patos y una llama incluidos). "Es una señal de esperanza y nos ayuda a redirigir la atención", decía esta mujer negra, una de las pocas habitantes de color en una región con predominio blanco.

Personas como ella se preparan también para un lunes especial. Las autoridades han decidido que este día no haya clases en ningún centro educativo de Newtown y están estudiando dónde reubicar a los 700 alumnos de la escuela de primaria Sandy Hook, el escenario de la tragedia.