Nos ha vendido el PP que la Sanidad es una de las piezas claves del Estado del Bienestar que hay que apuntalar y más va a defender desde los gobiernos, y en Aragón la presidenta Rudi ha colocado al frente de esta consejería vital a un tecnócrata (triste que ahora se lleve esto en política) que no está dando mucho de sí. Licenciado en Económicas, Ricardo Oliván es un técnico experto en gestión que dirige el departamento de mayor dotación presupuestaria y que está demostrando que le viene grande. Y es que una consejería con seis direcciones generales, tres institutos y dos servicios tan importantes como el del Salud y el Banco de Sangre requiere de mucha mano.

Ya que de Sanidad este consejero, que ejercía de secretario general de la Cámara de Comercio de Huesca, no controlaba mucho, lo ideal hubiera sido rodearse de grandes expertos. Pero tampoco parece el caso. El director gerente del Salud, Tomás Tenza, este si con mucha experiencia en la gestión sanitaria española, no parece ayudarle mucho; y cargos como el gerente sanitario Mario González que viene de Asturias, parecen navegar sin rumbo claro.

De la consejería de Sanidad no pueden salir excusas como que Oliván habla poco en público porque es muy tímido --simplemente es que no controla--, ni debe doblarse a las presiones de los terratenientes de los centros. Por ahora, en el departamento ha costado destituir cargos, que se han ido por sí mismos, y ha vivido el bochorno de nombrar directora asistencial del Miguel Servet a Lola Currás, simpatizante de UGT, exsubdirectora médica con el PSOE, y destituirla un mes después. Esto solo es propio de un mal gestor.

Es hora de que la presidenta se tome en serio esta consejería. Hacen falta profesionales adecuados, no repartir puestos gratuitamente. Nadie inspira confianza en el departamento y eso es malo para la salud de los aragoneses.