Cada vez son más pero no se les considera invasoras. Las palomas turcas y torcaces se han convertido en un habitante más de la ciudad. Conviven junto con las de siempre, las palomas bravías, pero se dejan notar más, sobre todo, las torcaces. Aunque distinguirlas podría parece una misión imposible o materia para un experto, no es así. Cada una tiene sus costumbres y peculiaridades y comparten otras tantas, como volar repentinamente allá donde ven un trozo de pan o similar. Se encuentran revoloteando por toda la ciudad y los más perjudicados por su presencia acaban siendo los coches y los bancos.

Las torcaces o, simplemente torcaz, llegaron a la ciudad hace tres años y se han vuelto famosas entre los zaragozanos por sus excrementos. De aspecto robusto, pueden alcanzar los 70 centímetros con sus alas abiertas, pesan unos 450 gramos y se distinguen porque tiene una especie de collar blanco que rodea su cuello, además de un pico anaranjado. Son aves migratorias y difíciles de localizar. Tienen la costumbre, o mala costumbre, de no agruparse ni formar grandes nidos en los árboles. Necesitan poco para sobrevivir. Se conforman con espacios abiertos y zonas de césped con semillas o gramíneas donde poder alimentarse. Sus rincones preferidos son los edificios antiguos, donde encuentran pequeños huecos para dejar sus huevos resguardarse por las noches. No son de sitios fijos. Cada día escogen un lugar.

Compartiendo espacio aéreo aparecen las palomas turcas. Su rasgo más característico es el sonido que emiten, el inconfundible canto gutural (u-u-u-u), aunque a su favor cabe decir que son más limpias que las torcaces. Llevan en España más de 20 años y parece que han venido para quedarse. Con sus alas abiertas rondan los 55 centímetros y suelen pesar 200 gramos. Tienen una pequeña mancha negra en su cuello y sus tonos son pardos y grisáceos. Se alimentan de semillas, gusanos y frutos que encuentran por los distintos parques de la ciudad. Viven alrededor de los núcleos urbanos y tampoco sobrevuelan en grandes poblaciones compartiendo la costumbre de no formar grandes nidos donde ser localizadas.

La procedencia y asentamiento natural de ambas en España ha sido diferente. Aún así, ambas han demostrado una gran facilidad para adaptarse. La torcaz es una especie autóctona pero hasta ahora se encontraba en zonas boscosas, donde puede llegar a ser muy abundante. Las turcas, como su nombre indica, llegan desde Turquía, Pakistán y Oriente Próximo. En España han aterrizado con experiencia ya que su proceso de migración y asentamiento en los países europeos comenzó en el siglo XIX.

Problemática

No se sabe cuántas son pero la población de estas aves ha ido creciendo desde que se asentaron en el país. La Unidad Verde del Ayuntamiento de Zaragoza está manteniendo contacto con otras ciudades en las que también habitan estas palomas, como Cataluña, para encontrar un modo de controlarlas. Fuentes municipales aseguran que las torcaces y las turcas son "muy difíciles de tratar" ya que no se asientan en lugares concretos ni han formado grandes nidos. De este modo, "no se pueden censar ni tenerlas controladas" como sí ocurre con otras como es el caso de las cotorras argentinas. Son especies sin depredadores y no pueden ser cazadas en el interior de la ciudad por lo que, controlar el aumento de población se convierte en "imposible".

A pesar de la suciedad generada por los excrementos en coches y bancos,entre otros, sobre todo las torcaces, desde el ayuntamiento zaragozano señalan que no se ha ampliado el equipo de limpieza. La mejor opción, por ahora, sigue siendo evitar aparcar los coches bajo los árboles.