Dos montañeros fallecieron el pasado domingo al despeñarse cuando descendían de la cima helada del Moncayo, en la comarca de Tarazona. Los fallecidos, un sacerdote de 42 años y una mujer de 37 procedentes de Madrid, debieron de resbalar cuando bordeaban el precipicio de San Gaudioso y cayeron por un desnivel de 200 metros. Al perder pie, los deportistas se deslizaron bruscamente por una ladera cubierta de nieve endurecida y sufrieron numerosos golpes hasta quedar detenidos en el fondo del barranco, ya sin vida. Ambos iban debidamente equipados con crampones, piolets y ropa de montaña, según indicaron en la Delegación del Gobierno en Aragón.

El varón fallecido, Pablo Domínguez Prieto, era decano de la Facultad de Teología de San Dámaso, con sede en Madrid. Tenía una amplia trayectoria en Teología y Filosofía y era autor de varias publicaciones. Su cuerpo y el de Sara Rosalía J. G., vecina de Alcobendas, fueron avistados a mediodía de ayer desde un helicóptero de los equipos de rescate de la Guardia Civil. Sus familiares habían dado la señal de alarma la noche del domingo, al pasar las horas y no tener noticias ni recibir llamadas de los excursionistas.

El lugar desde el que se precipitaron al vacío se halla a 1.900 metros de altitud, cerca del santuario del Moncayo, donde los montañeros habían dejado estacionado su vehículo, un Nissan Almera. Se trata de un paraje en el que son frecuentes los aludes.

Pablo Domínguez y Sara Rosalía llegaron a la cumbre del Moncayo, la más alta del Sistema Ibérico con sus 2.316 metros, en torno a las dos de la tarde del domingo. Enseguida emprendieron el camino de retorno por el camino que recorre la cima plana de la montaña y que en esta época del año se halla totalmente cubierto de nieve. Avanzaron hacia el este y, al final de la meseta, comenzaron a bajar por un sendero que discurre al borde del circo de San Gaudioso, una hondonada rocosa y sin apenas vegetación oculta bajo un espeso manto blanco.

En las labores de búsqueda participaron agentes de la Benemérita de Tarazona (Ereim) especializados en rescates, varios voluntarios, perros adiestrados y dos helicópteros, uno de Protección Civil y otro de la Guardia Civil con base en Huesca. La tripulación de uno de ellos divisó los cuerpos de las víctimas sobre las doce y veinte del mediodía. El color rojo de los chaquetones de goretex que llevaban para protegerse del frío destacaba sobre la nieve, lo que facilitó su localización.

A continuación, los cadáveres fueron evacuados en helicóptero al seminario de Tarazona, adonde se acercaron algunos familiares y el obispo de la localidad, Demetrio Fernández. Desde allí, en torno a las tres y media de la tarde, un furgón mortuorio los trasladó al Instituto de Medicina Legal de Aragón, en Zaragoza, donde hoy se les practicará la autopsia.

"Por el circo de San Gaudioso no se puede avanzar si no llevas botas con crampones", explicó José Luis Mina, un montañero de Legazpia (Guipúzcoa) que ascendió ayer al Moncayo y pasó por la zona donde se había registrado el accidente. "La nieve está helada, muy dura, y es fácil sufrir un resbalón si no se extrema el cuidado", añadió. Mina indicó que en la zona sobrevolada por el helicóptero, "pasado el mediodía", pudo distinguir "una mancha roja, como de ropa", y entonces se imaginó que debía de haber ocurrido un accidente. "Hacía mucho frío, tres grados bajo cero, y no me he detenido porque es peligroso pararse en una pendiente tan pronunciada", agregó.

El pasado domingo, cuando se despeñaron los dos deportistas madrileños, el Moncayo registró una gran afluencia de visitantes, tanto montañeros como familias que se acercaron a comer al restaurante que existe en el edificio del santuario, a 1.620 metros de altitud.

"Ayer subirían al Moncayo más de cien personas", afirmó Ángel, encargado del local de hostelería. "Había gente con esquís a la espalda, otros que llevaban tablas de snowboard y los típicos senderistas con la mochila al hombro", comentó.

Ángel señaló que los fines de semana de invierno, "si hace buen tiempo, como fue el caso", la ruta de ascenso "está muy animada". La mayor parte de los montañeros que llegan al santuario en los meses de frío son deportistas preparados. Pero en verano abundan los domingueros que pretenden alcanzar la cima con unas sencillas zapatillas de lona. Muchos piensan, de hecho, que la subida a la cumbre es una fácil excursión que se hace en poco tiempo.