Llega a EL PERIÓDICO con fuerza, radiante, coqueta y sonriente. Nadie diría que se ha sometido a seis operaciones de cáncer (la última el 22 de agosto) ni que ha soportado infinidad de sesiones de quimioterapia debido a un tumor raro que le mantiene desde hace 18 años «entre la espada y la pared», como ella cuenta. Enseguida muestra, con total naturalidad, una cicatriz en su cabeza que evidencia su duro camino.

Beatriz Pérez padece desde los 21 años sarcoma de Ewing, una patología muy agresiva y cuya supervivencia es de apenas un 1% cuando se han superado los siete u ocho años de la enfermedad. Ahora tiene 39 primaveras muy bien llevadas, irradia optimismo y una energía inusual en su situación. Es una auténtica superviviente que ha roto las estadísticas tras 5 metástasis óseas. «Me he querido morir muchas veces. Sentía tanto dolor y he sufrido tanto que no quería continuar. Hoy siento que tengo de todo, pero no me duele nada», relata.

Reconoce que a día de hoy le cuesta asimilar su mérito y su lucha. «No me he dado cuenta hasta los últimos meses, tras la última operación, de que soy ese 1% de supervivencia. He sido una loca muchas veces», explica. Y es que, en 18 años, no ha dejado de trabajar hasta hace relativamente poco. «Me he dedicado durante todo este tiempo, pese al cáncer, a mi asesoría laboral, fiscal y contable en Zaragoza. No quería dejar mi realidad. Me daba fuerzas para no pensar en lo negativo», reconoce.

AMOR DE PAREJA

Su empleo se convirtió en su «sana obsesión», tanto que en más de una ocasión, cuando despertaba en la cama de la uci del hospital, «le quería hacer las declaraciones de las rentas a las enfermeras». Esta anécdota la cuenta Sergio Montorio, su pareja desde los 21 años. Su motor. Su sombra incansable. «Me quiere con locura, aguanta todo y tiene mucha paciencia. Ha dado su vida por mí y la sigue dando», dice con orgullo Beatriz.

«Cuando va al hospital da ánimos a los pacientes. Todo el mundo la quiere abrazar. Es increíble su fuerza y su voluntad», añade Montorio. Juntos forman un tándem perfecto para luchar contra el sarcoma. «Llega un punto en el que, después de todo lo pasado, hemos decidido hacer un parón. Nada de trabajar. Queremos la vida tranquila de estar en casa, salir a pasear y disfrutar todo lo posible», cuenta él.

Era el 2001 cuando Beatriz Pérez se notó un bulto. «Vivía con mis padres y le daba patadas a la pared porque me dolía y quería que se fuera. Al tiempo me salió otro en el brazo que fue de vida o muerte. Desconocía lo que era un sarcoma», recuerda. La desinformación al tratarse de un tumor raro y la falta de tratamientos marcó los comienzos de su larga pelea contra la vida. «Mi oncólogo Javier Martínez Trufero se acuerda más que yo de aquellos años. Yo solo sabía decir que todo era una mierda», cuenta esta aragonesa, quien no se olvida del equipo sanitario que le lleva atendiendo todos estos años. «Ya somos una familia», reconoce.

La primera operación fue en el húmero derecho. Ahora lleva una prótesis desde la clavícula hasta el codo. Pero el sarcoma no desapareció y le fue detectado en una costilla. Tampoco fue suficiente aquella intervención ni la quimioterapia siguiente, porque la nueva parte de su cuerpo afectada fue la cabeza. «Me han abierto tres veces ahí. La última fue porque apareció en el seno esfenoidal (dentro del cráneo), el cual ha mermado mi capacidad para realizar mi profesión habitual, pero no ha frenado mis ganas de luchar», cuenta.

DOLOR Y CANSANCIO

La afección del sarcoma es tan crítica que esta última operación no se iba a realizar. «Veían todo muy difícil, porque le iban a deformar parte de la mandíbula en la intervención. Sin embargo, el cirujano David Rivero insistió porque vio la posibilidad de intervenir de otra manera. Y lo consiguió», cuenta Sergio. «¡Qué ‘majico’ es Rivero! Los quiero a todos mucho», añade Beatriz.

La aragonesa reconoce que «todos los días» siente dolor, que las aglomeraciones le saturan y que siente mucho cansancio a días. «Cada tres meses tengo revisiones y el miedo, después de todo, ya pasó. Todos hemos sufrido muchísimo», dice. Su meta ahora es poner en marcha una asociación en Aragón que ayude a pacientes y familiares. «Faltan muchos recursos, que se unen a la indefensión acerca del sarcoma y a la investigación de estos tumores», dice Pérez. «Tengo unas ganas y una ilusión locas por este proyecto», reconoce. Palabra de una superviviente nata.