Hace un par de semanas, en el acto de presentación de las Crónicas parlamentarias, en La Aljafería, salió a relucir el nombre de Julio Camba, uno de los mejores cronistas --de los mejores prosistas-- del siglo XX español.

Y he aquí que, casualmente (en los océanos literarios abundan las botellas con mensaje) caen en mis manos, en estos días de reuniones del G--8, de Obama y Cameron, sus magníficos artículos escritos durante sus estancias en Londres y en Estados Unidos, y agrupados por el sello Rey Lear bajo el título de Un año en el otro mundo y Londres.

Plenos de lucidez, ironía, sutileza y capacidad de observación, estos breves comentarios se siguen leyendo con gusto hoy en día, gracias a su lenguaje económico, preciso, delgado y fundamentalmente moderno. Se trata, realmente, de una verdadera lección de periodismo que igualmente podría titularse Esencia de la crónica, Crónicas esenciales o Viaje a la City y a Yanquiland.

Entre esas perlas, Camba desliza infinidad de anécdotas sobre el temperamento british y el new way of life made in USA. Refiriendo magistralmente, por ejemplo, aquella famosa anécdota de Oscar Wilde en las Montañas Rocosas cuando, disertando frente a una nutrida concurrencia de cowboys, empezó a desgranarles la vida de Benvenutto Cellini con tal apasionamiento que todos aquellos vaqueros quisieron conocerle de inmediato y llevarle al rancho a tomar unos cuantos whiskies.

Como a Wilde, a Camba le asombró la filosofía de los colonos que estaban sentando las bases de la industrialización y de la economía del siglo XX, y se esforzó por definirlos con un humor a ratos muy español y a ratos muy wildeano. "Los negocios -escribió el cronista gallego desde Nueva York para los periódicos españoles-- tienen en América la misma emoción y el mismo interés dramático del juego. La historia de Rockefeller es la de un jugador". Para el cronista, la vida estaba planteada en el país de George Washington como una inmensa partida de póker, en la que se ganan y pierden fortunas.

Mas no todo en USA son demostraciones de poderío económico. "Se ha dicho que el francés es un hombre muy condecorado y que come mucho pan --ironiza Camba--. El americano, a su vez, es un hombre sin condecoraciones y que masca mucha goma".

Leamos a Camba, por favor.