En el barrio de Guaricano los niños juegan con cometas hechas con retazos de bolsas de basura que enganchan a una botella vacía. Envases de productos de limpieza hacen las veces de coches y los tapes de rosca se convierten en ruedas que van por calles en su mayoría sin asfaltar. Guaricano está situado al norte de la ciudad de Santo Domingo. Viven entre sus calles, en casas bajas y chabolas de zinc, 100.000 personas en una ciudad de casi tres millones.

En dos extremos del barrio se sitúan los politécnicos San Valero y Aragón, ambos de la Fundación San Valero, que llevan y canalizan la generosidad aragonesa a ese rincón del Caribe. El San Valero ya ha dado sobradas muestras de cómo pueden cambiar las cosas dando educación a los más jóvenes y llevándoles esperanza de futuro. Lleva en funcionamiento desde finales de la década de los 90 y a su alrededor han crecido ya pequeños negocios. Los exalumnos han conseguido un trabajo y los efectos de un sueldo medianamente digno --la media en Santo Domingo ronda los 250 euros-- se aprecian en sus casas. Muchos de ellos han continuado sus estudios y están en la universidad. Sueñan con una profesión mejor, con viajes. En definitiva, con un futuro mejor.

Allí se imparten bachilleres técnicos de Administración y Contabilidad, Instalación y Mantenimiento Técnico, Refrigeración y Aire Acondicionado, Informática y Electrónica. Tras la formación se procura que los jóvenes tengan pasantías o prácticas en diferentes empresas. Muchos de ellos son contratados después. La misma filosofía que en el politécnico Aragón, inaugurado en su totalidad durante esta semana, donde más de 400 chavales de entre 13 y 17 años estudian ya Enfermería, Turismo - Gastronomía, Mecatrónica o Electrónica en Comunicaciones.

AYUDAS En el acceso de estos jóvenes a esta formación técnica hay dos dificultades previas: el bajo nivel educativo de la enseñanza dominicana, que obliga incluso a realizar cursos puente donde se enseñan operaciones básicas; y, sobre todo, la escasez de recursos de los chavales y sus familias. "Las carencias son todas. Alimentos, transporte... Cada día se multiplican las necesidades. Hay personas que no iban a la escuela porque no tenían zapatos, personas que solo comían una vez al día y se desmayaban...", relata José René Frías, director de la Fundación Dominicana San Valero. "Estas carencias tratan de paliarse con el departamento social, pero queda mucho por hacer", apunta.

De hecho, los servicios sociales son una parte fundamental de los centros de San Valero. Además de hacer posible el asfaltado de las calles e incluso la distribución de agua potable, en los dos politécnicos hay consultorio médico que también da servicio al barrio, biblioteca y un sistema de becas para la comida o el uniforme. A los adolescentes que estudian en San Valero se les reconoce por el polo blanco y el pantalón beige. Un blanco inmaculado a pesar de que solo tienen un uniforme y que en muchos hogares no hay red de agua corriente.

Durante este curso, están estudiando gracias a la fundación --además de los dos politécnicos hay un centro tecnológico situado en ciudad colonial-- más de 2.500 dominicanos, tanto en los bachilleres técnicos como en otras ofertas formativas, como cursos de empleo o formación de adultos. "Son 2.500 personas que son otras tantas apuestas para un futuro mejor para este país". Las palabras del presidente de la fundación, Ángel García de Jalón, dejan traslucir la transformación que ha vivido el barrio de la mano de los centros formativos y también el cambio personal que se produce en los chavales que cursan sus estudios allí. "Me gustaba mucho la calle. Si no hubiera estudiado en el San Valero me vería feo", relata Jhan Carlos Méndez, exalumno y encargado de Mantenimiento en la fundación.

La vida en la calle se palpa en el barrio. Los que viven en Guaricano hablan de violencia, de tiroteos. Casi cada noche. Los miembros de las bandas, los llamados tigres, se enfrentan entre barrios. Y la vida tiene escaso valor. "Antes robaban en las casas, luego pasaron a atracar a punta de pistola. Ahora primero matan, sin preguntar, y después se llevan todo", relata un alumno. Por eso la formación también trata de afianzar una escala de valores en los alumnos: trabajo, respeto... También hacia la mujer en un país en el que la lacra de la violencia doméstica pesa en la conciencia colectiva y los embarazos en las adolescentes son frecuentes en tasas que alcanzan el 15% de las jóvenes a partir de los 14 años. Una herencia cultural difícil de erradicar a pesar de las campañas de planificación familiar.

También hay otras campañas, como la que reclama que se asigne el 4% del PIB a la educación, como marca la ley, lo que resolvería parte de las carencias educativas del país. Esta petición, secundada por numerosas onegés y colectivos, se entremezcla con la campaña electoral. A ritmo de bachata, los candidatos Danilo Medina e Hipólito Mejía --este último con el lema Llegó papá-- piden el voto en un país decepcionado por la corrupción de la clase política. Los carteles también llegan a Guaricano. Por una vida mejor para todos, reza uno de ellos. Está pegado en una chabola de placas de metal. Junto a él se yergue el politécnico Aragón, equipado con fondos de numerosas instituciones como Gobierno de Aragón, la oenegé Huaquipura, la agencia de cooperación internacional, el Gobierno del país... Allí, la bandera dominicana comparte espacio con la cuatribarrada.

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