Víctor Rodríguez saliendo desde el banquillo, ante el Tenerife por decisión de Paco Herrera y en Valdebebas por un catarro del que aún arrastraba ayer secuelas, es el ángel de la guarda de un Zaragoza que ha encontrado la senda del triunfo tras ganar a los dos últimos clasificados gracias a la aportación del mediapunta catalán, decisivo con sus goles (dos al Tenerife, uno al Castilla) y con su fútbol para que por fin el equipo aragonés sumara triunfos en su camino de retorno a Primera. Víctor conduce, pues, una remontada zaragocista que solo tiene valor de reacción en lo numérico, con ese pleno de puntos en las dos últimas citas, pero que presenta muchas más dudas que certezas.

El Zaragoza, con ocho puntos, dos de renta sobre el descenso y a tres del segundo puesto que da billete directo a la élite, se ha agarrado a Víctor, porque tiene imposible sostenerse en su fútbol, en su capacidad como bloque. De las seis jornadas disputadas, solo la segunda parte contra un Tenerife roto tras el primer gol del catalán presenta un claro brillo, una luz de esperanza futbolística en la que creer.

DEMASIADA VULGARIDAD El resto ha sido de una vulgaridad que ha rayado lo insoportable en algunos momentos, como el segundo tiempo ante el Barça B, todo el partido con el Lugo, el peor con diferencia en este curso, y muchos momentos de lo vivido el sábado ante el Castilla, donde, eso sí, el Zaragoza se llevó la victoria exhibiendo pegada, una virtud vital que le ha costado mostrar. Ahora, al resguardo de esos dos triunfos, el equipo necesita mejorar en su fútbol. Si no, cualquier idea de subir es una quimera.

Las victorias de la mano de Víctor han llegado también con el acompañamiento de Ángelo Henríquez, cuya irrupción, tras un esporádico debut en el Mini Estadi, ha aumentado la presencia ofensiva del equipo, que por fin juega con un 9 de verdad, con instinto y con capacidad de asociación, si bien el sábado rozó la desesperación por el mal juego zaragocista. En Valdebebas sumó el primero de los más de 20 goles que asegura que espera marcar, para alegría de Paco Herrera y del zaragocismo, por cierto. La regularidad de Leo Franco, el único que ha mantenido un buen nivel desde el inicio del curso, y la sobriedad en la agradable aparición de Rico son las otras noticias positivas que tiene el técnico, que ve muchas más vías de agua.

PROBLEMAS EN EL MEDIO Es verdad que el Zaragoza solo ha encajado cuatro dianas, pero la defensa, sobre todo por su flanco derecho, donde ni Cortés ni antes Fernández cumplen, está lejos de una consolidación. El bloque ha aumentado la intensidad en los últimos partidos, si bien está a años luz de ser eficaz en la presión y sigue concediendo muchas ocasiones a los rivales. Álvaro está un poco más centrado y Laguardia supone un plus de contundencia y carácter si se compara con Paredes, pero la mejoría atrás es insuficiente.

Tampoco alcanza, ni mucho menos, en la medular, donde la incapacidad para generar fútbol es manifiesta. Dos de los tres cambios de Herrera el sábado en Valdebebas fueron en la sala de máquinas, un claro ejemplo de que allí tampoco funcionó. Acevedo dio algo de luz en la segunda parte, como Movilla hizo ante el Tenerife, pero no se atisban soluciones. Paglialunga es solo eficaz en el trabajo de contención, y no siempre, Cidoncha se obstina en el error y José Mari ha perdido el paso a ojos de Herrera, que esta semana citó a Tarsi, lo que solo cabe interpretar como un toque de atención para los centrocampistas del primer equipo. Quizá en la mejoría física de Acevedo o en que Movilla pueda mantener una cierta regularidad puedan estar dos esperanzas. Pero solo quizá.

Y en ataque, salvo Víctor y Henríquez, tampoco hay demasiado por ahora. Montañés no termina de arrancar, pese a su buena segunda parte con el Tenerife, Barkero está a un nivel ínfimo, Roger Martí ha sido engullido tras no aprovechar sus oportunidades y a Luis García le quedan tres meses de baja tras ser operado mañana. En Montañés y en Barkero hay esperanzas, claro, aunque de momento, como el resto del equipo, dejan más sombras que luces. Pero está Víctor. Eso ya es mucho.