Levantada la Liga, el objetivo prioritario de la temporada, el Real Madrid va al asalto de la Duodécima en Cardiff sin las urgencias que convertían la conquista del título europeo el año pasado en condición indispensable para que el proyecto encomendado a Zidane tuviera continuidad. Ahora, asegurada la permanencia en el banquillo del técnico francés, que negocia incluso la ampliación de su contrato hasta el 2020, las circunstancias en las que el equipo blanco se enfrenta al gran desafío que le plantea la Juventus son radicalmente distintas. También muy diferentes a las que se daban en 1998, cuando el Madrid rompió el pronóstico en Amsterdam y ganó a la Vecchia Signora, con gol de Pedja Mijatovic.

También la Juve se presenta en la capital de Gales como campeona de Italia, con seis scudettos seguidos y tres dobletes consecutivos, pero tal logro no le supone un factor que reste tensión a la empresa que tiene ante sí. Más bien lo contrario. Se trata de intentar hacer valer en Europa el dominio indiscutible que ejerce en su territorio, algo que no logra desde 1996, cuando se impuso al Ajax en los penaltis. Desde entonces, ha perdido las cuatro finales que ha disputado, la última ante el Barcelona en Berlín hace dos años (3-1), con la que estableció un récord negativo de seis finales perdidas de ocho jugadas.

Una trayectoria que contrasta con la del Madrid, que ha hecho también de la Champions en estos tiempos, como hizo de la Copa de Europa en los años cincuenta, su territorio preferido. Protagoniza su tercera final en cuatro años y puede ser el primer equipo en levantar dos títulos seguidos bajo el formato Champions. Enfrente tendrá a un rival con muchos puntos en común con el Atlético, al que superó no sin apreturas en las finales de 2014 y 2016, pero que tiene sobre el papel algo más que el equipo rojiblanco. Lo demuestra su evolución desde hace tres años a las órdenes de Massimiliano Allegri, que ha construido un bloque muy compacto con unos conceptos defensivos ejemplares, como indican los tres goles que ha encajado en los 12 partidos de Champions disputados.

EL FACTOR ALVES

Con Buffon sediento de gloria, a la espera de levantar su primera Champions, Alves se ha convertido en el factor ofensivo de primer orden. A eso se suma la creatividad de Dybala y el reencuentro del exmadridista Higuaín con el gol. Con todo eso la Juve amenaza gravemente el reinado continental del Madrid, pese a que el equipo blanco se presenta esta vez con un cartel de favorito que rechaza Zidane. Mientras, Allegri quiere olvidar aquella final de 1998. «Es nuestra final. Llegamos en el mejor momento al día más grande. Debemos estar convencidos y no pensar en lo que sucedió hace 19 años», declaró Allegri.

Enfrente, el técnico francés tiene a tiro hacer historia con dos Champions en año y medio y un doblete que se le resiste al club desde 1958. Desde que sustituyó a Benítez hace 17 meses, Zizou ha ganado 13 encuentros en Europa, con cuatro empates y dos derrotas: Wolfsburgo y Atlético. Su equipo lleva 64 partidos consecutivos marcando y cuenta con argumentos ofensivos para crearle problemas a la Juve, ya que el equipo blanco suma 32 goles en esta Champions, 11 más que el italiano. Buena parte de culpa tiene Cristiano Ronaldo, que alcanza la decena en Europa y que siempre le ha marcado a la Juventus. El astro portugués llega en un gran momento a esta final después de haberse dosificado gracias al empeño de Zidane.

El técnico francés tiene clara la alineación. Pese a que Bale vuelve a su tierra, el galés ocupará un lugar en el banquillo en favor de Isco, que jugará su primera final de Champions como titular. El malagueño es una de las obsesiones del entrenador de la Juve. «Isco le da una capacidad de improvisar, aunque hemos preparado otra situación con Bale, que tiene velocidad y que con dos pases ya están en la portería contraria. Con Isco tienen más fantasía. Le hace al Madrid menos previsible, pero más desordenado», añadió Allegri. Y Dani Alves puso el acento en aquel tanto de Mijatovic en la final del 98. «La última final contra el Madrid la ganaron en fuera de juego», dijo el brasileño, provocación a la que no entraron Ramos y Marcelo.