La selección española de balonmano rompió el maleficio y, tras quedarse hasta en cuatro ocasiones a las puertas del oro, se proclamó ayer por primera vez en su historia campeón continental, al imponerse por 29-23 a Suecia en la final del Europeo de Croacia después de firmar una extraordinaria segunda parte.

Una victoria que representa algo más que un simple triunfo, porque es la confirmación de un estilo de juego que viaja en una dirección diametralmente opuesta a las tendencias del balonmano actual, una manera de entender este deporte que, por fin, sirvió para que España se coronase como rey de Europa.

Desterrados quedaron los fantasmas de la derrotas sufridas en los Europeos de 1996, 1998, 2006 y la más reciente, hace tan solo dos años en el Europeo de Polonia. El balonmano debía un oro continental a los Hispanos y se lo entregó tras una final en la que, pese a los muchos padecimientos que sufrió en la primera mitad, acabó por imponer su filosofía y su ritmo de juego.

El 5-1 por el que apostó Jordi Ribera en la segunda mitad desarboló por completo a un conjunto sueco que solo fue capaz de anotar tres goles en los veinte primeros 20 de la segunda parte. Una cifra a la que contribuyó notablemente el portero Arpad Sterbik, que con sus paradas (40%) acabó por ajustar un sistema que condujo a España a la victoria.

La batalla la ganó de inicio el conjunto escandinavo, sustentado en las paradas del guardameta Appelgren, que detuvo en los primeros 10 minutos cuatro de los ocho lanzamientos que intentaron los españoles y pudo hacer volar el juego al contraataque de su equipo. A la carrera, la selección sueca, un equipo que sigue a rajatabla la filosofía de defender, correr y tirar a la máxima velocidad, logró adquirir rápidamente una inquietante ventaja de tres goles (4-7) en el marcador. Desde ahí, España convirtió la primera mitad en una infructuosa persecución hasta alcanzar el descanso con una desventaja (12-14) de dos goles.

La defensa, en este caso un 5-1 con Dujshebaev en la posición de avanzado, permitió a España recuperar la iniciativa tanto en el juego como en el marcador, donde los Hispanos, tras muchos minutos a remolque lograron, por fin, ponerse por delante (15-14) Dificultades ofensivas que obligaron a Suecia a cambiar su patrón de juego, mucho más lento sin poder ya correr al contragolpe, que no sirvió para impedir la escapada del equipo español que llegó a ponerse hasta tres goles (18-15) por delante.

El combinado de Jordi Ribera, cada vez más sólida atrás, comenzó a mover el balón con la tranquilidad y paciencia necesaria para hacer llegar el juego a los extremos, donde Balaguer se mostró implacable. El 20-15) confirmaba el cambio de rumbo definitivo que se estaba produciendo en el partido a favor de los intereses españoles. Su juego le permitió dejar prácticamente sentenciada la final a ocho minutos para la conclusión, tras alcanzar una ventaja de ocho tantos (25-17) que la sólida defensa española supo controlar hasta el final (29-23), para celebrar, esta vez sí, que a España no se le escapaba una nueva final, que España es la nueva campeona de Europa.